“Líbranos de  los ladrones”
“Líbranos de los ladrones”

Las cartas caen una tras otra, como lluvia, en medio de rezos y súplicas de grandes y chicos, quienes se abalanzan para lanzarlas y verlas caer a lo profundo del Pozo de los Deseos. Otros quieren tocar la efigie de la santa. Es que cada 30 de agosto, incluso días antes, miles de feligreses, curiosos y turistas, gente de toda condición social, de todas las edades, hacen lo imposible para llegar al santuario de Santa Rosa de Lima, ubicado en la avenida Tacna, en el centro de Lima. Quieren agradecerle algún milagro concedido o esperan ser sanados de sus males.
Pero, ¿quién es esta santa que congrega a tanta gente en un interminable peregrinaje hacia el lugar donde nació, creció y dedicó su vida al servicio de Dios?
Ella es Santa Rosa de Lima, la primera santa de América, patrona del Perú, América, Filipinas y las Indias Orientales. Sus padres la bautizaron como Isabel Flores de Oliva. Nació el 30 de abril de 1586 y falleció el 24 de agosto de 1617. Se dice que predijo su muerte y fue enterrada en el convento de Santo Domingo, en medio de la aglomeración de la gente que quería llevarse alguna reliquia.
Hoy las campanas no solo repican en su santuario, sino en todas las iglesias y parroquias del mundo que llevan su nombre. Sus devotos también llegan a Santa Rosa de Quives, un pueblo interandino al noreste de Lima, que lleva su nombre porque allí pasó su infancia y conoció de cerca el sufrimiento de los pobres, quizás viendo a los indios que trabajaban en la mina de plata que su padre, don Gaspar Flores, administraba.

SANTA MILAGROSA. “Yo no podía tener hijos. Ella me hizo el milagro y llegué a tener dos hijas”, cuenta la señora Jacoba, de Lurín, sentada cerca del pozo. Añade que solo ha venido a agradecerle y pedirle salud y protección.
Otros quieren que les ayude en el trabajo o en sus estudios. También hay quienes le piden por la Nación, para que cesen la violencia, los robos y crímenes que causan tanto llanto y dolor. Igualmente le piden que ilumine a las autoridades y puedan guiarnos por el camino de la paz y el desarrollo.
“Ella es un ejemplo a quien debemos mirar. Si la imitamos puede cambiar la sociedad”, reflexiona el padre superior del Convento de Santa Rosa, César Luis. Afirma que mucha gente, aunque no demuestra su devoción con sus actos, viene porque ve en Santa Rosa una luz de esperanza.

ROSTRO VERDADERO. A los fieles no les llama tanto la atención el rostro reconstruido de la santa patrona. Saben que fue muy linda, buena y milagrosa, y eso basta. “La vemos más cachetoncita”, dicen.
Cierto es que a pesar de la severísima disciplina espiritual hasta el punto de colocarse coronas de espinas, clavar sus cabellos en la pared para no quedarse dormida cuando oraba y los ayunos, se mantenía rozagante, aunque falleció a los 31 años de hemiplejia.
Se le atribuyen varios dones, como el de la profecía y de salvar a Lima de una incursión de piratas. Dicen que hablaba con algunos animales. Padeció la incomprensión de familiares y amigos, pero los convenció con su acto de fe. Era alegre, componía canciones místicas y ayudaba en las tareas de costura en casa. También apoyó a San Martín de Porres y tal era su devoción que el 26 de marzo de 1617 se celebró su desposorio con Cristo.