Madre  Teresa  de los piuranos
Madre Teresa de los piuranos

Después de caminar entre varias lagunas originadas por la lluvia que cayó en Piura llego a la casa de la madre Ana Teresa, en el asentamiento humano San Sebastián. Al verme extiende sus brazos y me acoge bajo su regazo. Aunque un poco sorprendida por este gesto, me dejo llevar hacia ella, quien sin conocerme me ofrece ternura, la cual es tan difícil de encontrar en estos tiempos.

Luego de aquel abrazo me mira y pregunta “¿quién eres?”. Le explico mi trabajo y las razones que me han llevado hasta su casa. La madre Ana Teresa, un poco sonrojada, me dice que ya no quiere más entrevistas, que las hermanas de la congregación la han regañado, pero logro convencerla.

LUCHAR PARA SERVIR. Ana Teresa Martín Roncal o simplemente madre Ana Teresa llegó a Piura con tan solo 16 años.

“Llegué a Piura decidida a seguir con mi vocación de ayudar a los demás. Recuerdo que mi padre quería que me casara, pero yo había nacido para otra cosa. Por ello, fui a la congregación de Piura y me quedé con las monjitas”, recuerda.

Unos meses antes de que empiece con su loable labor de servir, tuvo que batallar contra el cáncer. Sin profundizar qué tipo de cáncer tuvo que combatir, recuerda que el médico le daba solo seis meses de vida.

Vocación. En aquel año, Piura era azotada por el fenómeno El Niño, cuyas consecuencias eran viviendas colapsadas, árboles caídos, como ocurre hoy. Con todo lo que sucedía y al ver cómo varios piuranos padecían de hambre, la madre Ana Teresa formó un comedor en el asentamiento humano Micaela Bastidas.

Pese a las intensas lluvias que se registraban, la madre todos los días caminaba para llegar con alimentos y atender a los niños y adultos que se acercaban a aquel comedor.

“Ahí vi crecer a muchos niños, algunos se convirtieron en buenas personas y otros se dejaron atrapar por los vicios”, nos cuenta.

Así, en medio del fuego de la leña y las grandes ollas de barro y fierro, pasó muchos años la madre Ana Teresa. A mediados de los años 90 viajó a Lima para realizarse un chequeo médico.

Traición. Aunque la madre Ana se ganó el cariño de muchos ancianos y niños, también sufrió la traición de alguien a quien acogió como un hijo. En 2013, la madre, a los 88 años, ya había dejado el comedor en Micaela Bastidas y tenía más de diez años de haber formado el comedor en San Sebastián. Los moradores, agradecidos por su labor, le pusieron su nombre a dicho local. Por motivos de salud y de servicio, ella tuvo que viajar, pero al regresar a Piura se dio cuenta de una triste verdad: el comedor había sido cerrado.

LUZ DE ESPERANZA. Aquel día salió de ese lugar y fundó otro comedor con ayuda de autoridades locales y empresarios. Ahora, a sus 92 años, continúa dedicada al servicio de los demás, a dar apoyo y amor sin la intención de recibir premios ni cargos.

Actualmente dirige dos comedores en el asentamiento humano San Sebastián, donde acoge a más de cien ancianos y ciento cincuenta niños de bajos recursos económicos.

Actualmente dirige dos comedores en el asentamiento humano San Sebastián, donde acoge a más de cien ancianos y ciento cincuenta niños de bajos recursos económicos.