“No creo que se haya arrepentido de sus actos”, dijo el ministro del Interior, Carlos Basombrío, al comentar la liberación -por cumplimiento de condena- de la senderista Maritza Garrido Lecca.
Y, a nuestro entender, tiene toda la razón. La guardiana del genocida Abimael Guzmán lleva el chip terrorista en la sangre y lo puso de manifiesto cuando gritó consignas en favor de su líder.
Allí radica el peligro de que gane la calle. Ojalá se cumpla el anunciado plan de vigilancia porque, por ejemplo, durante la marcha de los profesores, varios senderistas se subieron al coche a fin de jalar agua para su molino.
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