La salida de José Luis Gavidia del ministerio de Defensa era reclamada desde varios sectores y su renuncia “irrevocable” ya se estaba demorando. Y es que el contraalmirante retirado, al igual que otros integrantes del Gabinete, más se dedicó a sacarle el jugo a la oportunidad de lucir un fajín que a cumplir con las urgencias de su sector. En conclusión, se le acusa de hacer uso indebido de los recursos del Estado, como viajar con sus hijas en un avión de La Marina; comer como bueno con la caja chica de su portafolio; y facilitar un contrato para su esposa, amén de reventarle cohetes a Pedro Castillo cuando todos sabemos que el “prosor” es indefendible. Gavidia alega “motivos personales” por los que deja el puesto; sin embargo, más allá de su verdad, lo cierto es que esta gestión es una combi: a cada rato suben y bajan funcionarios (mal seleccionados, por cierto) y no hay una gobernanza sostenida. La pregunta es: ¿Qué estaremos pagando?