El expresidente Alejandro Toledo ya está en manos de las autoridades norteamericanas y, en pocos días, emprenderá el viaje de retorno a Lima, donde le esperan 18 meses de prisión preventiva que -ya está previsto- cumplirá en el penal de Barbadillo, convirtiéndose en vecino de Alberto Fujimori y Pedro Castillo. El popular “Cholo”, finalmente, al ser extraditado, perderá su zona de confort que era Estados Unidos para empezar a responder en el Perú por coimas por encima de los 30 millones de dólares que habría recibido de la empresa Odebrecht cuando ostentaba el poder, entre 2001 y 2006. Esto representa un trago amargo para el “sano y sagrado” porque se le acabaron las correrías y, bajo este sombrío panorama, acusa serios males de salud que ha pedido tomar en cuenta. “Le pido a la justicia peruana que no me mate en la cárcel” suplicó Toledo en entrevista con EFE para demandar un arresto domiciliario. Estamos, pues, ante el ocaso del hijo de Cabana.