Bangladesh está a punto de cerrar una icónica cárcel levantada en el siglo XIX durante del dominio británico en un fuerte mogol, escenario de sonadas ejecuciones políticas y por cuyas puertas han pasado gobernantes y opositores después de la independencia del país en 1971.
Ubicada en el corazón del desvencijado casco antiguo, la Prisión Central de Dacca se transformará en escuelas, centros comerciales, un parque y un museo, y los casi 8.000 presos que alberga, tres veces por encima de su capacidad, serán trasladados en un mes a un complejo penitenciario en las afueras de la capital.
"Las cárceles no deberían ser lugares para confinar a prisioneros (sino) centros de corrección de delincuentes", afirmó la primera ministra y líder de la gobernante Liga Awami, Sheikh Hasina, en la inauguración de las nuevas instalaciones el pasado fin de semana.
Situado en el distrito de Keraniganj, el nuevo penal tiene un hospital con 200 camas y 12,5 hectáreas, el doble que el actual, a falta de la construcción de la sección de mujeres.
Queda ver si conservará el extraño pedigrí de la vieja Central, cuyos barrotes han conocido casi cualquier personalidad histórica de esta pequeña nación de 160 millones de habitantes.
Por allí han pasado desde defensores de la lengua bengalí y nacionalistas que protestaron contra el régimen de Pakistán mientras Bangladesh fue su región oriental (entre la partición del subcontinente indio de 1947 y la guerra de independencia de 1971) a líderes de todo signo en un país trufado de golpes militares y muy polarizado políticamente en su historia reciente.
En ella pasó en torno a una década en fases el padre de Hasina y de la patria, Sheikh Mujibur Rehman, y fueron ejecutados cuatro destacados cargos de la Liga Awami y artífices de la independencia tras la primera interrupción de la democracia y asesinato de Rehman, en 1975.
A ellos irá dedicado un museo.
Lejos de los datos de la turbulenta segunda mitad de los 70, en la que cientos de reclusos fueron ejecutados, o de la dictadura de los ochenta, en la cárcel han sido ahorcados desde 2013 cuatro condenados por crímenes de lesa humanidad, sobre todo islamistas que se alinearon con Pakistán en la contienda bélica.
"Las prisiones centrales son junto al sistema de recaudación de impuestos los grandes legados del Imperio Británico en el sur de Asia", bromeó el profesor de biología molecular de la Universidad de Dacca y veterano activista de izquierdas, Anwar Hossain.
Hossain, de 66 años, pasó por sus celdas dos veces, la más reciente durante el gobierno interino de tutelaje militar (2007-08).
La represión llevó a la Central a profesores, estudiantes y militantes de las dos grandes fuerzas, Liga Awami y Partido Nacionalista (BNP), aunque no a sus líderes, Hasina y la ex primera ministra Khaleda Zía, para quienes el régimen dispuso una cárcel especial dejando así un hueco significativo en su trayectoria.
"En la Central ha habido tanto delincuentes comunes como presos políticos. Los políticos reciben mejor trato. Los carceleros saben que un día pueden ser ministros", subrayó el analista Ahsan H. Mansoor.
La cárcel había sido ya reformada en la década pasada, siguiendo modelos foráneos, respecto a los 70, cuando Hossain ingresó por primera vez y pasó un lustro condenado por traición.
Su hermano, un reputado coronel de la guerra de independencia que promovió una reforma popular del Ejército, fue ejecutado en una época de continuas asonadas en la que los presos políticos, sobre todo de la Liga Awami y partidos de izquierdas, llegaron a ser, según dijo, unos 3.500 de los 5.000 reclusos.
"Curiosamente esos años los líderes islamistas (juzgados hoy en tribunales especiales por crímenes de guerra) abandonaron en masa la Central, que se había llenado de ellos tras la independencia", dijo Hossain.
Evocó sucios lavabos, frío y escasez de comida, condiciones de presos comunes que tuvo hasta ser enviado al grupo de "privilegiados".
El inspector general de prisiones, general de brigada Syed Iftikharuddin, negó en cambio a Efe que sigan existiendo esas diferencias de trato, aunque fuentes del opositor BNP, diana principal de la represión actual, admitieron que sus principales mandos arrestados -antiguos diputados y ministros- sí las tienen.
"Todos están en prisión por algún cargo", redundó, para detallar que un 25 % de los reclusos son convictos y el resto esperan juicio.
Iftikharuddin dirigirá ahora una de las misiones más importantes de la Central: el traslado al nuevo presidio, que se hará seguramente en fases y con unos 220 furgones policiales.
Y pese al truculento historial, respira confiado: desde la independencia no ha habido motines ni evasiones reseñables.