Hoy, la Congregación para la Doctrina de la Fe, una entidad eclesiástica que es heredera de la Sagrada Inquisición, emitió un documento —aprobado por el papa Francisco— en el que refiere que las uniones homosexuales “no pueden ser bendecidas por la Iglesia”. La razón es que “no están destinadas” a ser parte del “plan de Dios” que consiste en el matrimonio de un hombre y una mujer para “crear una nueva vida”.
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Parecía que la llegada del pontífice argentino al trono de san Pedro daría a la Iglesia nuevos aires, más acordes con los cambios culturales que vive el mundo.
“Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, dijo el pontífice, en 2013, en un encuentro con los periodistas que le acompañaban en el avión en el que regresaba a Roma desde Río de Janeiro, donde había presidido la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud.
Esas palabras hicieron temblar a los sectores más ortodoxos, mientras la foto de Francisco se lucía en la portada de la revista The Advocate, importante publicación estadounidense sobre temática LGTB que había elegido al papa como persona del año ese 2013.
Tradición de peso
En la Biblia, concretamente en el libro de Levítico, del Antiguo Testamento, se encuentran los versículos: “No te acostarás con varón como con mujer; es abominación” y “Si alguien se acuesta con varón como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio; su sangre caerá sobre ellos”.
Son sentencias directas a una conducta sexual que la Iglesia no termina de aceptar. Durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, la posición de condena a la homosexualidad no varió. Aunque el actual papa ha afirmado que si bien la Iglesia acepta a las personas homosexuales, no ocurre así con el sexo homosexual. Y esto tiene que ver con la posición de la sexualidad que tiene la Santa Sede. Para el catolicismo, el sexo solo debe ocurrir en el matrimonio, que es una unión de hombre y mujer, y con fines reproductivos.
“Las uniones [...] entre personas del mismo sexo no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad”, señaló Francisco en 2016.
Dios “no bendice ni puede bendecir el pecado: bendice al hombre pecador, para que reconozca que es parte de su plan de amor y se deje cambiar por él”, agregaba el escrito publicado hoy por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es decir, los homosexuales deben ser tratados con dignidad y respeto, pero que el sexo homosexual está —para la Iglesia— “intrínsecamente desordenado”.
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