Hoy 20 de febrero se conmemora el Día Internacional del . Y aunque el homenaje a estos felinos tiene diferentes fechas en el mundo, como por ejemplo 8 de agosto o 29 de octubre, sólo en Estados Unidos​ se celebra cada 20 de febrero.

¿Cómo surge el día del gato?

Debido al incremento en la cantidad de gatos abandonados, muchos animalistas expresaron su preocupación por esta problemática social. Por eso se propuso este día para concientizar acerca de la importancia del cuidado y de la atención que se debe dedicar a los gatos.

Aunque también se habla de otro origen: Surgió para recordar a un felino que vivió en la Casa Blanca y tuvo mucha popularidad. El gato homenajeado el 20 de febrero se llamó Socks y perteneció a la familia Clinton durante la presidencia de Bill. Fue adoptado por Chelsea, la hija del ex presidente estadounidense.

Este gato vivió junto a la familia presidencial entre 1993 y 2001. Al fallecer tenía unos veinte años y tuvo que ser sacrificado un 20 de febrero debido al cáncer que padecía.

ODA AL GATO de Pablo Neruda

En el Día Internacional del Gato, recordamos la «Oda al gato», poema que Pablo Neruda dedicó a este felino:

Los animales fueron

imperfectos,

largos de cola, tristes

de cabeza.

Poco a poco se fueron

componiendo,

haciéndose paisaje,

adquiriendo lunares, gracia, vuelo.

El gato,

sólo el gato

apareció completo

y orgulloso:

nació completamente terminado,

camina solo y sabe lo que quiere.


El hombre quiere ser pescado y pájaro,

la serpiente quisiera tener alas,

el perro es un león desorientado,

el ingeniero quiere ser poeta,

la mosca estudia para golondrina,

el poeta trata de imitar la mosca,

pero el gato

quiere ser sólo gato

y todo gato es gato

desde bigote a cola,

desde presentimiento a rata viva,

desde la noche hasta sus ojos de oro.


No hay unidad

como él,

no tienen

la luna ni la flor

tal contextura:

es una sola cosa

como el sol o el topacio,

y la elástica línea en su contorno

firme y sutil es como

la línea de la proa de una nave.

Sus ojos amarillos

dejaron una sola

ranura

para echar las monedas de la noche.


Oh pequeño

emperador sin orbe,

conquistador sin patria,

mínimo tigre de salón, nupcial

sultán del cielo

de las tejas eróticas,

el viento del amor

en la intemperie

reclamas

cuando pasas

y posas

cuatro pies delicados

en el suelo,

oliendo,

desconfiando

de todo lo terrestre,

porque todo

es inmundo

para el inmaculado pie del gato.


Oh fiera independiente

de la casa, arrogante

vestigio de la noche,

perezoso, gimnástico

y ajeno,

profundísimo gato,

policía secreta

de las habitaciones,

insignia

de un

desaparecido terciopelo,

seguramente no hay

enigma

en tu manera,

tal vez no eres misterio,

todo el mundo te sabe y perteneces

al habitante menos misterioso,

tal vez todos lo creen,

todos se creen dueños,

propietarios, tíos

de gatos, compañeros,

colegas,

discípulos o amigos

de su gato.


Yo no.

Yo no suscribo.

Yo no conozco al gato.

Todo lo sé, la vida y su archipiélago,

el mar y la ciudad incalculable,

la botánica,

el gineceo con sus extravíos,

el por y el menos de la matemática,

los embudos volcánicos del mundo,

la cáscara irreal del cocodrilo,

la bondad ignorada del bombero,

el atavismo azul del sacerdote,

pero no puedo descifrar un gato.

Mi razón resbaló en su indiferencia,

sus ojos tienen números de oro.

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