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Querer tener el control sobre la vida propia es natural, en 2008, un estudio de Jennifer Whitson y Adam Galinsky demostró que cuando la gente siente como si no tuviera control de sus vidas, empieza a ver cosas que no existen, como patrones donde no los hay.

En cambio, querer controlar la vida de otros, así sean hijos, pareja o amigos, es una . Sin llegar a esos extremos, tenemos a los perfeccionistas, que se enfandan fácilmente ante los errores ajenos y le temen a los errores.

 

También los que se irritan cuando las cosas no están en "su sitio" y los que creen que para que las cosas estén bien hechas, deben de hacerlas ellos mismos.

 

Por general, piensan que controlandolo todo se librarán de cometer errores pero no es así. Sabemos que lo tenemos si sentimos que los problemas que nos plantean son más grandes que las herramientas que tenemos para afrontarlas. El origen es la inseguridad.

 

Para combatir esta manía, primero, acepta que no puedes controlarlo todo. Hay cosas que no podemos cambiar, simplemente porque no dependen de nosotros. Después, permítete equivocarte. Los errores son oportunidades de aprender algo, así que no hay que tenerles miedo. Además intenta no concentrarte en el error. Pregúntate cuál era el objetivo final.