Álvaro González: La sonrisa eterna de 'Guayabera Sucia' [FOTOS]
Álvaro González: La sonrisa eterna de 'Guayabera Sucia' [FOTOS]

Fue bautizado como Rodulfo Rumildo Curotto Cruzado, “de origen genovés”, presumía de jovencito. Sin embargo, cuando de adulto se dio cuenta de que su nombre no sonaba a galán de radionovela, y “moría” por ser uno de ellos, no tuvo mejor idea que pedirle prestado el suyo a un viejo amigo que le hizo prometer que no lo dejaría mal. 

“Cómo se te ocurre, jamás tendrás una queja”, le dijo muy convencido del compromiso. A partir de ese momento, Rumildo Curotto se convirtió en , y con nombre prestado empezó a trabajar en radio cuando la televisión aún era un invento del que solo se hablaba. Pero los años pasan, los tiempos cambian, las oportunidades llegan.

A LA TELEVISIÓN. González dio ese paso trascendente de la radio a la recién inaugurada pantalla chica cuando las telenovelas se transmitían en vivo y el talento se demostraba sin remilgos. Nunca imaginó que terminaría siendo estrella de programas cómicos, un actor emblema que conquistaría a varias generaciones y mucho menos de que finalmente Álvaro González terminaría siendo reemplazado por el apodo de “Guayabera Sucia”, que fue el nombre que lo acompañó hasta el final. 

Hasta ayer a las siete de la mañana que el actor, a sus 89 años, dejó de existir por un severo cuadro de neumonía. Partida cruel, sentida, no la de un simple actor, con él se despide uno de los últimos que quedan de una época dorada, de los actores al servicio del humor. Irremplazable.

“Veo muy poco el humor que hay en televisión, se ha degradado mucho. Pero esta racha de mal humor, de pésimo diría yo, va a pasar, la gente se va a cansar y vendrán buenas épocas, sé que van a volver”, dijo Álvaro González en un gran reportaje que difundió “Panorama” hace algunos años.

PUROS RECUERDOS. Bastón en mano, recuerdos al hombro, era habitual ver a González caminando por el centro de Lima recibiendo el abrazo de sus seguidores, los que sin empacho lo llamaban “Guayabera Sucia”, sin que él se encrespara de cólera.

“¿Cómo empezó todo? Pues un día, por coincidencia me regalan tres guayaberas amarillas, no es que se pusieran de acuerdo para hacerlo, así que yo las recibí sin problemas y las empecé a usar. Una se ensuciaba y la cambiaba por la otra, pero mis amigos en el canal pensaban que durante días usaba la misma”, contaba el actor.

Hasta aquí la historia oficial porque luego se inició la leyenda. Unos dicen que sus compañeros de Panamericana le pusieron la “chapa”, pero otros que fue Augusto Ferrando, quien al verlo con la misma guayabera amarilla no lo pensó dos veces y lo rebautizó.

Y si “Guayabera Sucia” fue el apodo que lo acompañó la mitad de su vida, “La banda del Choclito” fue el sketch que logró su inmortalidad junto a Justo Espinoza “Petipán”, José Centurión y el “Chino” Yufra.

“Entre nos, ‘Petipán’ se creía la estrella, a veces se ponía insoportable. Durante las grabaciones, como no era actor, los golpes que nos daba eran de verdad. Yo después me vengaba, al final le daba duro y él nos decía ‘suave, suave’”, relataba el actor que quedaba con la nostalgia a flor de piel cuando recordaba esta etapa de su carrera. “Los extraño bastante”, suspiraba.

Memorias de una vida, de una carrera a la que consideraba siempre su gran pasión. “¿Homenajes? Para qué cuando uno ya se murió, cuando uno ya está enterrado. Pero claro, si es extranjero lo condecoran, lo declaran ciudadano ilustre. Todo es en vida, qué va”.

Alvaro González cumplió la promesa, dejó bien en alto a su amigo Álvaro González Robles, quien le prestó el nombre. Pasó a la historia y eso no tiene precio.

“Soy feliz y viejo no me siento, el que quiere se siente así. Viejo es el que camina arrastrando los pies y yo siempre trato de levantarlo. Y si me ven solo, no lo estoy, tengo a mi lado a Dios cuando algo pasa. El señor no me abandona, siempre está conmigo y, sobre todo, tengo el cariño de la gente”.

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