Solo un orificio dejaron los insensibles saqueadores.
Solo un orificio dejaron los insensibles saqueadores.

Celia Esquivel acudió el último domingo al cementerio para dejar flores en la tumba de su hijo fallecido apenas hace una semana. La nostalgia la embargó al conmemorarse el Día del Niño. Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando comprobó que su cadáver había desaparecido, el ataúd había sido profanado.

Este insólito y dramático hecho ocurrió en el cementerio Sol de Oro, en el distrito cusqueño de San Sebastián. Desconcertada, la madre solo encontró un orificio rectangular en el que días atrás había sido enterrado el cuerpo de su pequeño.

Contó que su hijo, Iván, contrajo un severo cuadro de meningitis tan solo a los ocho meses de nacido y que perdió la batalla luego de luchar por su vida en la unidad de cuidados intensivos de un nosocomio cusqueño.

PENA. Asegura que el sentimiento que le embarga hoy es mucho más perturbador que aquel que sintió el fatídico día de su muerte.

“Si me lo dejan por ahí, que me lo dejen, solo quiero que me devuelvan su cuerpito”, dijo indignada.

Celia Esquivel recuerda que ella enterró el cuerpecito junto con un juguete, que luego apareció botado en uno de los pasajes del cementerio. A juicio de Rafael Esquivel, abuelo del bebé, la responsabilidad recae en la Municipalidad de San Sebastián.

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