(Foto: Instituto Le Cordon Bleu)
(Foto: Instituto Le Cordon Bleu)

Hacia la noche nuestro cuerpo se prepara para el estado de reposo. Aportar una comida copiosa en la cena y además cercana a la hora de dormir va en contra de esa preparación porque el proceso de digestión demanda un alto abastecimiento de oxígeno y por tanto un mayor trabajo cardíaco.

También el proceso digestivo genera calor y puede perturbar el conciliar el sueño. Además, debido a que el cuerpo necesita descanso para reparar procesos es probable que la digestión no sea eficiente y se despierte inapetente con pesadez alterando horarios de comida al día siguiente.

Cenar muy tarde contribuye con la ganancia de peso debido a que la mayoría de nutrientes fuente de energía como pan, arroz, papa etc., que pueden ser parte de la cena, no serán utilizadas y se almacenarán en forma de grasa.

Para que la cena contribuya con el buen funcionamiento del cuerpo, con la calidad de sueño y con una digestión eficiente, esta debe ser pequeña en cantidad (similar al desayuno) y darse entre dos y mejor aún tres horas antes de acostarse.