“En su vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de fútbol”. ¿Creen, ustedes amigos, que el periodista uruguayo Eduardo Galeano, exageró la nota con este firmado?
Y lo pregunto a propósito del caso del “Mudo” Alberto Rodríguez, que dejó Universitario de Deportes y estampó su firma por el clásico rival, Alianza Lima.
Claro que Galeano exageró la nota. En la vida ningún sentimiento se tiene comprado. En el amor, al inicio, uno se jura: “Y morirme contigo si te matas/y matarme contigo si te mueres”, como canta Joaquín Sabina, pero en el Perú los divorcios aumentan cada año.
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Si de partidos políticos se trata, los tránsfugas abundan como pulgas en panza de perro. Ejemplos tenemos a montones.
En cuanto a religión, lo mismo. Somos un país laico y, por todos lados, vemos tendencias religiosas de toda laya. Católicos que ahora son cristianos o viceversa.
Y eso de que un hombre no puede cambiar de equipo es una desproporción. Quizá implique al hincha, pero al jugador -que tiene que velar por su futuro- no alcanza esta sentencia.
Se entiende el fastidio de la U porque contrataron a Rodríguez para cuidarlo de sus lesiones, nada más. Y también la rabieta de Alianza porque lo creen un defensa con piernas de vidrio y presto al retiro.
Pero así es el fútbol. Amor y desamor. Como la vida misma.
Esto fue todo por hoy, cierro el Ojo Crítico, hasta mañana.