El ministro Daniel Urresti comenzó con buen brillo, pero apenas ganó protagonismo según las encuestas se creció y se puso a pelear con los líderes de la oposición y periodistas perdiendo fuerza y credibilidad. Se pensó que hasta podía ser el candidato del gobierno para las elecciones del 2,016. Su buena racha se acabó al mentirle al país de que tenía cercado a Martín Belaunde, muy amigo de la pareja presidencial, cuando el acusado de corrupción estaba muy tranquilo pidiendo refugio en Bolivia. El pueblo ya no cree en Urresti y menos que va a combatir la delincuencia cuando los asaltos se han triplicado en los últimos meses.

Los robaccarros y robacasas están a la orden del día. no hay hora en que asalten una vivienda o se lleven un vehículo. Los extorsionadores y sicarios tienen de punto a comerciantes, transportistas y empresarios. Les sacan plata a diario amenazándolos de muerte. El que no cumple con pagar cupos, es atacado o le vuelan el negocio. Nadie está seguro ni en su casa. Los pocos policías que se ven en la calle quedan chicos para tanto delincuente que está al acecho en las bordo de carros con lunas polarizadas, mototaxis o motos lineales en las que los asaltantes fugan más rápido. Ni qué decir de los clonadores de tarjetas y estafadores. Los "bujieros" , "raqueteros" y "marcas" se pasean en las calles rompiendo lunas de vehículos y dando golpe a sus víctimas.

Todo esto sucede mientras el ministro del interior se dedica a tuitear o a insultar a políticos y periodistas. Se cree muy chistoso y todopoderoso. Se burla de sus “enemigos”. Claro, tiene el apoyo de Ollanta y Nadine. Por eso ni la premier Ana Jara le puede poner "bozal al buey". El ministro anda más preocupado por el hijastro de la jefa de la Sunat, Tania Quispe o "darle seguridad" a la exalcaldesa Susana Villarán para que no la vuelvan a asaltar. Los cientos de ciudadanos que a diario son asaltados están desprotegidos. No son parientes ni amigos de la pareja presidencial. Ni los famosos como Gastón Acurio se salvan.

En resumen, ahora hay más delincuencia y corrupción que cuando Ollanta entró al poder. No lo queda más en este último tramo de su gobierno que conformar un gabinete de alto nivel que no le tiemble la mano para combatir mafias y organizaciones criminales. Que el servicio de inteligencia no sea para espiar a rivales políticos sino para luchar contra la delincuencia, mafias y corrupción. Hasta la iglesia exige seguridad a gritos porque hay curas que están amenazados de muerte. Hay que dejar de pelear y ponerse a trabajar con gente honesta que no de tregua a los ladrones, mafiosos y asesinos. El presidente Humala tiene que imponer autoridad y liderazgo para evitar el caos y el desgobierno. Basta de “urrestis” en el gabinete.