Vivo un amor prohibido
Vivo un amor prohibido

Tadeo (30, Jesús María). Doctora, la culpa y el pecado me consumen. Ayúdeme. Cuando era un chiquillo, discutí con mi madre debido a mi orientación sexual. Ella no la aceptó y me botó de casa. Para mí fue un gran golpe emocional debido a que mantenía un fuerte lazo de afecto con mi madre, pues mi padre la abandonó luego de quedar embarazada de mí.

Han pasado varios años desde la última vez que la vi. En mi época de soledad cambié radicalmente, mi nombre y apellido los oculté bajo el sobrenombre de “Chema”, encontré un empleo que hasta hoy mantengo y donde conocí a Renato, un hombre mucho mayor que yo. Al principio no quería nada, pero sus buenos modales y la atención que me mostraba hicieron que me enamore perdidamente de él.

Porque en nuestro país aún no está legalizado el matrimonio entre homosexuales, Renato me ha propuesto casarnos en el extranjero. Sin embargo yo todavía no quiero aceptar debido a que primero quisiera que mi madre esté de acuerdo para que mi felicidad sea completa. Él apoyó mi decisión y fuimos a visitarla. Cuando me vio después de mucho tiempo, me mostró una gran sonrisa, al parecer me había perdonado los años de ausencia. En ese momento decidí confesarle que estaba comprometido, ella me aseguró que le daba gusto y quería conocer a mi pareja. Cuando le presenté al que iba a ser mi esposo, ambos se miraron detenidamente. Luego ella se dirigió a mí y envuelta en lágrimas me dijo que ese sujeto no podía casarse conmigo, pues era el hombre que una vez la abandonó cuando me tuvo en su vientre. 

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