Genocida Gaddafi amenaza con luchar hasta "la última gota de sangre"
Genocida Gaddafi amenaza con luchar hasta "la última gota de sangre"

El líder libio Muammar al Gaddafi está haciendo lo posible para hacerse un hueco en los libros de Historia como el jefe de Estado árabe más excéntrico. Manda a los aviones contra los manifestantes, deja sin cobertura a los celulares y, paraguas en mano, habla del tiempo en televisión mientras en Trípoli arden los edificios gubernamentales.
Pocas horas más tarde, también a través de la televisión, lanzó uno de sus interminables discursos al pueblo. Les prometió una nueva Libia y amenazó con luchar 'hasta la última gota de sangre'.
Ante las cámaras de television, Gaddafi parecía inquieto. Entre gritos, prometió una reforma administrativa, algo que le recomendó su hijo Seif al Islam, quien ya hace dos días intentó en vano sacarle del atolladero.
La comunidad internacional observa perpleja, mientras el clan Gaddafi y sus seguidores disparan, linchan y queman a sus enemigos.
También algunos extranjeros inocentes han sido asesinados, apresados o saqueados en medio de las revueltas.
Primero se dijo que en Bengasi y Trípoli se empleó a mercenarios de otros países africanos. Después, el régimen aseguró que se trataba de libios de tez oscura pertenecientes a la minoría tabou. Pero parece bastante improbable que precisamente los tabou -a quienes el régimen de Gaddafi discriminó y expulsó de sus territorios- estén luchando ahora por el líder libio.
El siguiente rumor apuntó a que un avión procedente de Italia trasladó soldados al país africano. Y poco después se habló de tiradores procedentes de Serbia, quienes supuestamente a cambio de mucho dinero estarían dispuestos a ponerse de parte de Gaddafi de forma temporal.
Una semana después del inicio de las protestas en las ciudades de Al Baidha y Bengasi, Gaddafi está relativamente aislado. Gran parte del cuerpo diplomático libio le ha dejado de lado. Una parte del Ejército se ha pasado del lado de los manifestantes. Y en Túnez y Egipto los médicos organizan el transporte de ayuda para los amenazados revolucionarios libios.
Gaddafi tiene en común la terquedad con el ya derrocado presidente egipcio Hosni Mubarak, a quien nunca gustó especialmente el estilo del líder libio. Ambos ignoraron durante mucho tiempo la exigencia de reformas y lucha contra la corrupción por parte de sus pueblos, hasta que éstos se vieron asaltados por un pensamiento común: los líderes deben irse.
Sin embargo, Gaddafi apenas puede esperar un final como el de Mubarak, que pudo escapar al balneario egipcio de Sharm el Sheij. Y es que algunos de sus enemigos ya se imaginan en sus páginas web como le linchan y tiran 'su cadáver al mar'.
Muchos gobiernos y organizaciones internacionales reclamaron a Gaddafi que acabe pronto con el derramamiento de sangre. Incluso algunos compañeros de aventura del dictador le piden ahora que dimita. Pero Gaddafi no se inquieta.
Y es que el líder líbio no sólo ha sido un excéntrico que ha pedido la disolución de Suiza ante Naciones Unidas o se ha mofado de la democracia.
Además de sus rarezas, Gaddafi fue siempre peligroso. Durante un tiempo también para en el extranjero, pues financió el terrorismo en otros Estados. Después sólo para los libios, que estuvieron condenados a callar bajo su látigo si no querían acabar en el exilio, en la cárcel o en la cámara de torturas.
Si al estrechar sus relaciones con Libia algún jefe de Estado o gobierno occidental pensó que la política de 'cambio a través del acercamiento' tendría efectos positivos en el país africano, a más tardar ahora habrá podido comprobar que no fue así.
DPA