Tatiana (35 años, Surco). Doctora, un gusto saludarla, siempre leo sus historias y espero pueda entender ahora la mía.
Tuve una relación de 4 años con Juan, a la cual pusimos fin porque ya no compartíamos mucho tiempo. Él tenía un trabajo absorvente y peléabamos mucho. Dentro de todo lo triste que fue nuestra separación, estuvo la custodia de nuestra perrita labradora Luna, de tres añitos.
Él la adoraba, le compraba todos sus juguetitos, le dedicaba minutos de juego. Y Luna siempre lo esperaba, en el departamento en el que convivíamos, para lanzarle la pelotita y jugar con Juan. Por eso, cuando terminamos, me dio mucha pena por Luna y le pedí a Juan establecer horarios de visita para que pueda compartir con ella.
Para vivir tranquila mi proceso de separación, encomende a mi madre que sea quien entregue a Juan a Lunita los días en que les tocaba salir a pasear, así no veía a Juan, pero Lunita tenía oportunidad de verlo.
Grande fue mi sorpresa cuando un día regresando del trabajo, vi a Lunita paseando con una desconocida. Pensé que se la habían robado. Inmediatamente llame a Juan para preguntarle. Él me respondió tranquilo que la joven que paseaba a mi perrita se llamaba Marlene y era su nueva pareja.
Le reclamé y le dije que debió haberme avisado antes y que además no me parecía que Luna salga con otras personas. Doctora, estoy pensando seriamente en quitarle la custodia de Luna a Juan, pero no sé si lo tomé a mal o piense que son por celos.