Hola, soy Magaly Moro y leo todos los días tu caso del corazón para darte un consejo. Siempre protejo la identidad de las personas que me escriben porque esta historia podría ser la de cualquiera.
El amor nos impulsa a ser mejores personas, pero también nos puede cegar y poner contra la espada y la pared. En este espacio recibirás un consejo, el consejo de una amiga anónima. Ojo, esto no es una terapia. En muchos casos sí es importante recurrir a una, ya sea solo o en pareja.
Hoy te cuento la historia de Daniela, de 24 años, que nos escribe desde Villa El Salvador.
Doctora, le escribo porque ya no sé si estoy exagerando o si de verdad me están viendo la cara. Tengo una relación aparentemente bonita: no me falta cariño, mensajes ni detalles… pero mi novio es demasiado coqueto. De esos que no distinguen entre ser amable y pasarse de la raya.
Coquetea con meseras, con compañeras de trabajo, con chicas en redes sociales. Todo es “broma”, “educación”, “no seas celosa”. Y yo, doctora, ya me cansé de tragarme la incomodidad para no parecer la loca de la relación. Porque una cosa es confiar y otra muy distinta es hacerse la ciega.
Por ejemplo, cuando salimos, siempre tiene una sonrisa especial para otras mujeres, comentarios como “qué bien te queda ese color” o “qué gusto verte”, acompañados de miradas largas y una confianza que no siento necesaria. En redes, no se pierde ninguna historia ajena: corazones, fueguitos, likes estratégicos que, según él, “no significan nada”.
Lo que más me duele no es un acto concreto, sino la repetición. Esa sensación constante de que siempre está disponible para agradar, para destacar, para gustar. Y cuando le digo que me incomoda, me responde que así es su forma de ser, que no puedo pedirle que cambie algo que “no hace con mala intención”.
Lo he hablado con él, más de una vez. Siempre promete bajar el tono, pero a los pocos días vuelve a lo mismo. Y ahí estoy yo, dudando de mí, de mi intuición y hasta de mi valor. ¿Por qué tengo que explicar que respeto no es lo mismo que fidelidad física?
No quiero prohibir, no quiero controlar, no quiero cambiar a nadie. Solo quiero sentirme segura al lado de la persona que dice quererme. Dígame usted, doctora: ¿el problema soy yo por sentirme mal o él por no saber poner límites?




