“Recité junto a Vargas Llosa”
“Recité junto a Vargas Llosa”

A sus 84 años, Fernando Barranzuela Zevallos ha recibido innumerables reconocimientos por su innato recitar de las cumananas (versos compuestos en cuartetas o décimas propias de los pueblos mestizos del norte) pero le falta algo en la vida: encontrar a un sucesor.

VIVENCIAS. Llegué a su vivienda ubicada en el pueblo de Yapatera (Piura), un lugar tranquilo y con sus moradores de ascendencia afroamericana, cada uno más orgulloso que otro de su origen y de la sangre que corre por sus venas.

En el frontis de la casa del tío Fernando, como le llaman de cariño, han escrito una cumanana que resume en cuatro líneas su vida: “Aprendí la cumanana con esmero, en tierra yapaterana y volé al mundo entero”.

En 1995, la vida de Fernando Barranzuela dio un giro de 180 grados. Retornó a su natal Yapatera luego de vivir algunos años en Lima y después de un recital de cumananas su fama se expandió por toda Piura.

“‘Ha llegado un negro que recita unas cumananas bien bonitas’, decían”, recuerda Barranzuela mientras una lágrima se escapa de sus cansados ojos.

“Cuando llegué a Lima conocí al poeta Nicomedes Santa Cruz, a quien le gustó mi trabajo. Recuerdo que escribí muchos poemas para él y las recitaba. Fueron siete meses de mucho aprendizaje”, recuerda.

ENAMORADO. Con la fama ya ganada, los reconocimientos para Fernando Barranzuela empezaron a llegar. Aún lúcido, don Fernando recuerda la primera cumana que le recitó a una enamoradita cuando tenía ocho años.

“Mi madre me contó que cuando tenía ocho años me eligieron para ser quien baje del pesebre al niño Jesús y cuando llegué a la casa vi a Vicenta (la niña de la que estaba enamorado) y le dije: Yo vengo a darte un sereno con todita mi alegría, con todo mi amor eterno a ti Vicenta y a mi comadre María”, relata nuestro conocido cumananero.

Desde que Fernando tomó la posta como recitador cumananero del pueblo han pasado ya 25 años y ahora solo tiene cuadros y medallas, mas no apoyo económico para seguir cultivando su arte y tratarse de la artrosis que no lo deja caminar.

TRISTE. En sus palabras, nuestro recitador refleja tristeza y es que pese a que la muerte no le da miedo, sí le da temor y pena dejar, algún día, a su querida Yapatera sin un sucesor, alguien que como él continúe con la tradición de escribir y recitar las cumananas.

“Cuando aún podía caminar fui al colegio de Yapatera y les dije a los estudiantes para enseñarles a recitar cumananas, pero ellos me dijeron: ‘Tío Barranzuela, usted es famoso, pero es pobre. Y nosotros lo que queremos es tener dinero’”

Estas palabras fueron como dagas para el cumananero, quien desde ese momento busca a alguien que se interese por el arte de las cumananas para poder estar tranquilo, pero aún no lo encuentra.

“La vida se ha materializado, pero aún creo que puedo encontrar un sucesor, es lo único que me falta en la vida para ser feliz”, dijo entre lágrimas nuestro poeta campesino, quien un día se sentó junto al premio Nobel de Literatura Mario Vargas LLosa para recitar sus inconfundibles cumananas.

“La vida se ha materializado, pero aún creo que puedo encontrar un sucesor, es lo único que me falta en la vida para ser feliz”, dijo entre lágrimas nuestro poeta campesino, quien un día se sentó junto al premio Nobel de Literatura Mario Vargas LLosa para recitar sus inconfundibles cumananas.