El golpista Pedro Castillo ha preferido guardar silencio y no hablar ante la Comisión de Fiscalización del Congreso que lo investiga por haber sido el cabecilla de una presunta red criminal de saqueadores durante los oscuros meses en los que estuvo en el poder. En lugar de dar la cara, ha optado por el silencio que, creemos, pone en evidencia su imposibilidad de explicar y aclarar las irregularidades en las que estuvo metido junto con sus parientes, paisanos y amigos de dudosa reputación. El profesor chotano ha tenido varias oportunidades para presentarse en sesión pública y afirmar su inocencia, pero ha optado por esconderse debajo de la cama de su celda del penal Barbadillo. Su situación es muy complicada, sobre todo desde que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dejara en claro que lo del 7 de diciembre fue un quiebre constitucional. Con eso ya no lo podrán salvar ni Andrés Manuel López Obrador, presidente de México; ni su homólogo de Colombia, Gustavo Petro, quien acaba de ser vapuleado en España por su pasado terrorista.