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A diferencia de otras actividades, la puede practicarse a temprana edad. Debido a que los bebés pasan nueve meses en el vientre materno -un ambiente acuoso- se adaptan bastante rápido al agua y logran aprender este deporte con mayor facilidad.

A partir de los seis meses, los bebés están aptos para empezar a jugar en el agua y aprender a nadar. A esa edad, practican esta actividad junto a sus padres, lo que permite una interacción vincular positiva y placentera.

Además de esta conexión, la natación aporta varios beneficios a la salud de los más pequeños. Al ser  una de las disciplinas más completas, trabaja los sistemas muscular y cardiorrespiratorio, y fortalece la coordinación motriz. El bebé que aún no camina encuentra en el agua la posibilidad de moverse con libertad.

La natación también ayuda al sistema inmunológico y aumenta al coeficiente intelectual. Esto último debido a que en el agua el niño estimula su capacidad de juego, hecho que repercutirá positivamente en aprendizajes futuros.

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