Cuando las discusiones se vuelven frecuentes y la comunicación se siente imposible, muchas parejas se preguntan si es momento de buscar ayuda. La terapia de pareja no solo mejora la relación, también nos ayuda a entendernos a nosotros mismos, gestionar emociones y sentirnos mejor cada día. Iniciar antes de que los conflictos se acumulen permite construir hábitos saludables y prevenir heridas profundas, sin que la relación tenga que estar “mal”.
SEÑALES. Detectar discusiones constantes, sentimientos de culpa o defensas frecuentes indica que la relación necesita atención. Actuar a tiempo previene que los conflictos se profundicen y afecten la convivencia.
COMUNICACIÓN. Expresar emociones con claridad y respeto mejora la comprensión mutua. Hablar sin atacar genera un espacio donde ambos se sienten escuchados y valorados.
EMOCIONES. Reconocer y gestionar la ira, frustración o tristeza permite responder con empatía. Esto disminuye el impacto negativo de los conflictos.
HERRAMIENTAS. La terapia ofrece recursos prácticos para negociar y mantener la armonía. Usarlos regularmente evita que diferencias pequeñas se conviertan en problemas mayores.
EXPECTATIVAS. Compartir lo que cada uno espera de la relación ayuda a evitar sorpresas y discusiones. Entender las metas del otro genera sensación de apoyo y seguridad mutua.
CONFIANZA. Construir confianza es un proceso diario que se nota en los pequeños gestos, en cumplir lo que se dice y en sentir que siempre puedes contar con tu pareja.
No dejar todo el trabajo a una sola persona hace que la relación evolucione de manera equilibrada.
Elegir un psicólogo con quien ambos se sientan cómodos ayuda a que la terapia sea más fluida y que los avances se noten sin presiones.
DISPONIBILIDAD. Tener una actitud abierta en la terapia permite aprovechar cada sesión. Participar activamente ayuda a identificar problemas y avances de manera conjunta.
RECONOCIMIENTO. Aprender a reconocer los propios errores y aciertos facilita que la pareja se sienta valorada y que los cambios sean visibles para ambos.
PRÁCTICA. Aplicar fuera de la sesión lo aprendido en terapia, como ejercicios de comunicación o dinámicas de apoyo, refuerza los cambios y la conexión diaria.
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