Estamos en plena Semana Santa y habría que exigirle a los fariseos, a los Judas Iscariote, a los Barrabás, a los Poncio Pilato, a los Pedro, a los centuriones y a los Caifás de la política peruana -porque los hay- que pongan las barbas en remojo y, por una sola vez en la vida, posterguen sus apetitos personales y piensen en el bienestar del país.
Desde hace varios meses, Perú vive un Vía Crucis y el pecado mayor de gran parte de los jefes de los partidos con representación en el Congreso es haberse tragado la manzana verde que les dio la empresa coimera Odebrecht.
La crucifixión de Kuczynski ha dejado herido a Perusalén y esperamos que con el discípulo Martín Vizcarra empiece la resurrección económica y social. Nuestro país se ha convertido en un circo romano y hay quienes celebran esta situación.
Ahí tenemos a Keiko y su hermano Kenji Fujimori en una batalla a todo látigo por el poder, en medio de videos y amenazas mutuas. Pareciera que nos hemos teletransportado a los años 90, con Vladimiro Montesinos como dueño del paraíso.
A ver si todos, en mancha, dejan de negar tres veces sus andanzas, se golpean el pecho y le piden perdón al pueblo -y a Cristo, por qué no- por tanta decepción.
Esto fue todo por hoy, guardo el lápiz, hasta mañana.
Esto fue todo por hoy, guardo el lápiz, hasta mañana.