Si los peruanos estamos tan cansados de los robos de teléfonos celulares que incluso han costado la salud y la vida a cientos de personas, podríamos comenzar por dejar de ir a esos famosos mercadillos que todos sabemos dónde quedan, a comprar aparatos robados y manchados de sangre de gente inocente. Está bien indignarse cuando vemos estos arrebatos, pero sería mejor dejar de adquirirlos. Si no hay compradores, se cae el negocio de estos delincuentes que no dudan en abrir fuego contra sus víctimas si estas tratan de salvar su propiedad que con tanto esfuerzo han adquirido. Es verdad que un teléfono “de roberto” es más barato, pero pensemos en todo el drama que hay detrás de esos aparatos. Por ahorrarnos unas cuantas monedas, estamos fomentando hasta el asesinato. No seamos cómplices de esos criminales que suelen andar en motos, que mañana pueden robar y hasta matar a tu madre o tu hijo por quitarle su teléfono cuando salen de casa para ir a trabajar o estudiar. A recapacitar, entonces, porque la seguridad también nos compete a todos.