La ansiedad se puede definir como una manifestación del miedo anticipado a lo que pueda suceder. Este temor se va alimentando y puede activar una serie de mecanismos de alerta y de protección en nuestro cerebro que nos conducen a diferentes conductas de compensación como el acto de comer.

La necesidad de comer algo dulce puede aparecer de forma imperiosa y, al hacerlo, la concentración de glucosa en sangre se eleva estimulando también la dopamina en el cerebro, lo que puede generar una sensación de calma o placer momentáneo. Sin darnos cuenta, esta conducta se puede convertir en vicio.

Pero también hay otras situaciones que nos llevan a comer constantemente y tiene que ver con alteraciones hormonales que debe revisar el endocrinólogo o simplemente con malos hábitos alimenticios, como saltearse comidas, retirar las harinas de las comidas principales o no tener horarios de alimentación. Si percibes que comes por ansiedad, empieza corrigiendo tus hábitos.

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