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Miles de obreros textiles en Bangladesh conmemoraron emocionados este lunes el cuarto aniversario del hundimiento del Rana Plaza, uno de los peores accidentes industriales de la historia, en el que fallecieron 1.138 personas.

Numerosos supervivientes lloraron durante la manifestación en el lugar del hundimiento del edificio, que albergaba talleres de confección en las afueras de la capital, Dacca, así como en el cementerio donde muchas de las víctimas fueron enterradas.

El drama del 24 de abril de 2013 puso de relieve la cara oscura de la subcontratación de las grandes marcas occidentales, consecuencia de la carrera por abaratar los costes de producción en una economía mundializada.

Cuatro años después, la justicia bangladesí no ha pronunciado todavía ninguna condena sobre el caso del Rana Plaza. Sin embargo, un tribunal ordenó el año pasado que el propietario del inmueble y otras 40 personas fueran juzgadas por asesinato.

"Si cuatro años no son suficientes para sancionar a los culpables, hagámoslo nosotros, haremos justicia nosotros mismos", declaró Marium Akter, quien perdió a su hija Shiuely en el drama, mientras depositaba un ramo de flores en el lugar de los hechos.

"No necesito una indemnización. Quiero que Sohel Rana [propietario del edificio] sea colgado", añadió la madre, de luto.

Los sospechosos están acusados de haber mentido sobre la seguridad del inmueble. Miles de obreros fueron forzados a entrar en el edificio para trabajar, pese a que algunos habían expresado su inquietud al ver las fisuras en la estructura.

Alrededor de 2.000 personas resultaron heridas en el hundimiento.

La conmemoración del lunes estuvo marcada por eslóganes pidiendo subidas de salario para los cuatro millones de obreros textiles de Bangladés, donde el salario mínimo es de 68 dólares al mes.

"Los trabajadores bangladesíes son los peor pagados del mundo. Queremos un salario mínimo de 200 dólares al mes para tener una vida decente", declaró a AFP Saiful Islam, responsable sindical.

Bangladesh es el segundo país exportador textil del mundo, después de China. El sector tiene un peso de 30 millones de dólares en este país pobre del sudeste asiático, que cuenta con 4.500 fábricas de las que apenas un centenar respetan las normas de seguridad.

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