El día que la fábrica de zapatos ardió sin descanso, la emergencia fue calificada con el código 3, de mayor gravedad. El subteniente Alonso Salas Chanduví (27) ya estaba por salir de la compañía Roma 2 para atender unos temas personales, pero decidió tomar sus implementos bomberiles, subirse a una máquina de rescate y dirigirse hacia el local de El Agustino, junto a sus compañeros, el teniente brigadier Raúl Lee Sánchez Torres (36) y el seccionario Eduardo Jiménez Soriano (46).
Esa fue la última vez que los vieron dejar el local de bomberos —ubicado en el centro de Lima, al costado del Congreso de la República—, donde días después sus restos fueron homenajeados, bajo un llanto general, por sus padres, parejas, hijos, parientes cercanos, jefes bomberiles (considerados como su segunda familia), altos oficiales de la Policía Nacional, funcionarios públicos, la sociedad civil y también por el presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien llegó acompañado por la primera dama Nancy Lange.
La muerte de los bomberos, en un acto de valentía, hizo que el primer mandatario y su esposa derramaran varias lágrimas frente a los féretros envueltos en banderas del Perú, iluminados por cálidas bombillas de luz y rodeados de arreglos florales.
“Nos dice esta tragedia que tenemos que cuidar a nuestros bomberos, tenemos que apoyarlos más. Cómo vamos a hacer eso, primero equipándolos mejor, la ropa que ellos tienen muchas veces es vieja. (…) (Hay que) hacer una pensión vitalicia para las víctimas del trabajo, como estos tres caballeros que han muerto en la primacía de su vida”, expresó Pedro Pablo Kuczynski.
DOLOR DE MADRE
Alicia Torres de Sánchez recuerda que su hijo Raúl Lee tenía la vocación de servicio en las venas. El abuelo del fallecido también fue hombre de rojo, en Cerro de Pasco, y en varias oportunidades arriesgó su vida por el prójimo.
“Parece que es herencia porque mi papá también fue bombero. Le gustaba bastante su trabajo. A los dos les decía que dejaran eso, pero no querían”, contó la mujer.
Además, expresó el dolor de la pérdida de un hijo que no solo se preocupaba por el bienestar de ella y su esposo, sino que también, a pesar de trabajar en una fábrica de refrigeración, daba su valioso tiempo para salvar vidas.
“Los congresistas deben ponerse una mano al pecho y darse cuenta de que (los bomberos) son madres y padres que dan su vida. Es lo más triste que de un momento a otro desaparecen. Lo más triste es que mi hijo está ahí en el ataúd”, se lamentó doña Alicia.
Ahora, sumida en la tristeza y el desconsuelo, solo pide que el gobierno apoye con una pensión a su nieta de seis años que vive en Tacna.
“Por lo menos para que se eduque hasta los 18 años. Pero que no sean solamente palabras vanas, sino que se cumplan”, dijo.
ADIÓS, AMOR
Jacqueline de La Cruz no solo perdió a tres compañeros de la Roma 2, también se despidió de Raúl Sánchez, el amor de su vida.
“Nos conocimos en esta compañía”, fue lo único que pudo decir la mujer, en medio de lágrimas, cuando le daba el último adiós a su esposo.
Ella trabaja como enfermera en emergencias y desastres, en el Hospital Dos de Mayo, pero se daba tiempo para apoyar a la comunidad como voluntaria.
El llanto de la viuda y los familiares de los tres héroes nacionales conmovía a los asistentes que llegaron, por voluntad propia, a despedirse de los héroes de rojo.
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