Es difícil que en el Perú se aplique una lucha contra la delincuencia común como lo hace en El Salvador su presidente Nayib Bukele, quien con leyes rígidas y un sistema carcelario eficiente y duro ha puesto contra las cuerdas a las mortíferas pandillas, especialmente a la Mara Salvatrucha, y ha devuelto a la paz a ese país que era casi un paria por sus elevados índices de violencia. Acá en nuestro país están las organizaciones de derechos humanos que, como de eso viven, serán las primeras en protestar y en hacer denuncias penales contra quien haya dispuesto poner en marcha medidas que vayan más allá de lo que hemos tenido hasta ahora y que, como vemos, no han traído buenos resultados. Dudamos que haya alguien dispuesto a pasar 15 o 20 años bajo investigación en el Ministerio Público por quitar el patio, los teléfonos celulares y el festín que muchas veces se vive en los penales, donde hasta discotecas han funcionado. Es la cruda realidad. El hampa en el Perú tiene para rato