Para los peruanos va quedando claro que los relojes Rolex de la presidenta Dina Boluarte tienen origen trucho o manchado de corrupción, pues de no ser así, hace rato hubiera salido a aclarar este escándalo en el que ya se ha visto comprometido hasta el presidente del Consejo de Ministros, Gustavo Adrianzén, quien en lugar de estar dedicado a blindar a una mandataria por asuntos que incluso habrían ocurrido antes de llegar a Palacio, tendría que estar atendiendo asuntos del Estado que apunten a mejorar las condiciones de vida de los peruanos afectados por la inseguridad, la falta de oportunidades y los sistemas públicos de salud y educación que dan pena. El premier debería saber que él trabaja para todos los ciudadanos y que su función no es ser abogado ni escudero de una mandataria metida en problemas. La que tiene que dar la cara y explicar todo es la propia señora. Ahora, si no puede hacerlo porque hay cosas turbias de por medio, es un problema que ella y no sus ministros debe resolver.