“La gente dice que estoy loco por hacer lo que hago”, escribió John Lennon en el tema ‘Watching the wheels’. Quién sabe cuántas veces deben haber intentado ‘salvar’ al exBeatle de una ‘ruina comercial’. Al final, todos aquellos que lo tildaron de demente, tuvieron la razón. Lo estaba -en cierto punto-, porque nunca escuchó las advertencias; porque no le importaba que lo vean raro; porque siguió haciendo lo que siempre quiso: componer bajo sus reglas.

Quizá ahí está el secreto de porqué a 39 años de su muerte, sus canciones -tanto las de solista como las cientos que escribió con el cuarteto de Liverpool- nunca dejaron de sonar. Excéntrico como casi nadie, este soñador se la pasó reflejando en su narrativa todo lo que se cruzó por la cabeza. No hubo límites por más singular que haya sido el instrumento; igual aprendió a tocarlo.
También fue un revolucionario fuera de la música. Desde la cama de algún hotel, protestó junto a Yoko Ono, su esposa, contra Richard Nixon, presidente de Estados Unidos. La pareja no tuvo luna de miel, porque decidieron exigirle al mundo "Una oportunidad a la paz" en medio de la guerra de Vietnam.

Son 39 años desde que el mítico artista dejó de respirar mientras era transportado en una ambulancia del edificio Dakota en Nueva York, al hospital St. Luke’s-Roosevelt. Cuatro de las cinco balas que disparó Mark David Chapman impactaron en su espalda.

Recordarlo es un ejercicio de nostalgia, pero también de aprendizaje; fue uno de los compositores más influyentes del siglo XX. Aunque también fue atacado por su presunto ejercicio de autopublicidad, alguna vez le dijeron “Seguramente no eres feliz porque ya no estás en el juego (mercado)”. Nunca le importó. Como debería ser la música, para seguir manteniendo libertad.

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