'Cristo Cholo' quiere ver a Perú en el Mundial y manda 'chiquita' a Gareca [FOTOS]
'Cristo Cholo' quiere ver a Perú en el Mundial y manda 'chiquita' a Gareca [FOTOS]

Su Sábado de Gloria, colmado de paz espiritual y regocijo, también está lleno de dolor corporal, de sufrimiento humano, de tormento terrenal. Desde hace 37 años, cuando se convirtió en el “Cristo Cholo”, Mario Valencia sabe esperar en calma el momento de su resurrección.

Un día después de su tradicional vía crucis, Mario tiene el cuerpo magullado, con raspones y moretones, pero sigue de pie, sonriente y entusiasmado.

“Lo que a mí me maltrata, me aniquila y me extermina son los 67 latigazos que recibo. Son de verdad, porque es la única forma en que las personas pueden ver todo lo que nuestro Señor sufrió por nosotros”, reflexiona.

Sentado en el sillón de su sala, en Comas, viste pantalones cortos que dejan al descubierto sus rodillas lastimadas, pero advierte que no son sus únicas heridas.

“Para que me creas”, reclama mientras se quita el polo con dificultad. Su clavícula derecha está tan desviada que le genera un bulto sobre el pecho, sus costillas están sumidas. “Aquí es donde cargo la cruz”, dice indicando un punto exacto sobre su hombro.

“Me conocen como el hombre que debe morir, pero no muere. Soy ‘Marito’ Valencia, el ‘Cristo Cholo’ del Perú”, exclama con orgullo y dramatismo.

Renacer. A Mario lo crucifican todos los años, pero no muere en la cruz ni resucita los domingos. Su recuperación suele ser más larga, de unos cinco o seis meses, según la gravedad de sus heridas.

“Este año ha sido mi función de más alto riesgo”, confiesa. Unos coágulos en el cerebro amenazaron con impedirle realizar su acto.

“Nosotros estamos preocupados porque nos ha dicho que ya se va a retirar, pero no lo hace”, asegura César Valencia, su hermano menor.

El “Cristo Cholo”, sin embargo, recuerda que “Dios tocó su mano cuando estaba en el hoyo” y por ello no piensa abandonar su misión de fe, su campaña de sacrificada predicación teatral.

Cuando se le pregunta por el retiro, eleva la mirada y los brazos al techo —o al cielo, según donde se encuentre— y responde: “Aparta de mí el cáliz de la amargura, Señor, que no sea mi voluntad, sino la tuya, la dueña de la verdad”.

El resto del año, Mario es un mortal como todos, que pasa apuros económicos y sufre por sus problemas de salud.

Aunque se le conoce como actor, la actividad que “me da de comer es transportar combustible”, declara. “Pero también soy entrenador técnico titulado. Una vez fui a la Videna con un proyecto, pero me rechazaron”, se lamenta.

Mientras patea el balón con unos niños del barrio, donde es bien conocido, asegura que el problema de la selección peruana de fútbol es la falta de compromiso de algunos jugadores.

Según dice, el planteamiento del comando técnico -en relación al trabajo de Ricardo Gareca- debe “dosificar la intensidad” que ponen los jugadores en el partido. Con serenidad, reconoce que él quiere ver a Perú en el Mundial. El “Cristo Cholo” también espera el milagro.