Nosotros, los , solemos encontrar de todo en nuestras unidades, de preferencia en los asientos posteriores y, a veces, da pena porque suben tantos pasajeros que no podemos advertir quién dejó olvidada tal o cual cosa para devolvérsela. Lo clásico son los celulares, que se resbalan fácil de los bolsillos o, simplemente, los ponen a un costado y chau Rosa.

Yo, en los últimos tres años, contando la pandemia, habré devuelto unos 10 teléfonos y, en ocasiones, no he recibido ni las gracias. Después están las billeteras, los monederos y documentos diversos.

Cuando estos adminículos están vacíos, ni gastar combustible para buscar a su dueño, pero sí un día regresé desde el Callao hasta Surco para entregar unos papeles que, por lo que leí al vuelo, se referían a un divorcio. El cliente, después de levantar los brazos al cielo, me abrazó y puso 100 “maracaibos” en el bolsillo de mi camisa.

Un día del 2019, eran las 10 con 50, zigzagueaba en el Parque Kennedy, al estilo Arjona, y, de repente, me paró un señor bien al terno, mochila y una laptop en la mano. Su destino fue San Borja, pegadito al Pentagonito. En el camino solo me pidió que baje el volumen a la radio y el resto fue silencio. Al bajarse me pagó con 50 “lucrecias” y buscar el vuelto en todos los recovecos del carro fue una odisea. Finalmente, como había una reja, volteó la esquina de jirón El Greco y lo perdí de vista. Yo di la vuelta y a otra cosa, mariposa.

No pasó mucho tiempo para que chape otra carrera y la señorita que subía me dice: “Tome su computadora, señor”. Adivinaron, el pasajero anterior había dejado su laptop, cuyo color se mimetizaba con el del asiento, y la puse en el asiento del copiloto mientras pensaba qué hacía. Llevé a la chica hasta Javier Prado y volví a la zona para ver si encontraba al fulano, pero naca la piriñaca. Quise ir a la Policía, pero mis adentros me susurraron: “Ahí se la quedan”. Y uno de mis hijos fue el beneficiado.

50 “COCOS”

La otra anécdota que recuerdo con gratitud es la del gringo. Desde un hotel de Miraflores, con el que trabajo, me pidieron llevar a unos turistas al aeropuerto. Todo bien. Llegamos, bajamos las maletas y que tengan un buen viaje. Estaba por arrancar, porque en el “Coco Chávez” te botan rápido, cuando un “gringo” me levanta la mano y muestra un papelito en el que leía: “Hotel Sheraton”.

Yo estiré la mano, al estilo Grupo 5, para explicarle que le cobraría 50 soles y escuché: “Ok”. Y así fue, me pagó 50, pero 50 “cocos” o “verdes” y creo que hasta le pareció barato porque ingresó feliz al “telaraña” 5 estrellas. A mí no me quedó otra que agradecerle a la Sarita porque ya había para un buen mercado con la patrona.

Y nos despedidos con el chiste:

– Mi taxi es una experiencia religiosa.

– ¿Por qué?

– Cada mañana rezo para que arranque. ¡Hasta el próximo miércoles!

TAGS RELACIONADOS