La afición argentina planea matar al entrenador Lionel Scaloni por convertir a la selección albiceleste en una lágrima. Y cuidado, de ser vencidos por Qatar, Argentina regresaría a Buenos Aires eliminada, como el perro arrepentido del “Chavo del Ocho”: con el rabo entre las piernas.
La paradoja es que Argentina, más allá de su extraño técnico, no puede ganar a pesar de ostentar al más grande jugador del mundo. Es como el Perú: tenemos la mejor comida del planeta, pero un millón de niños desnutridos. Messi ya no da más en su selección, harto de driblear y gambetearse hasta al árbitro, pero sus compañeros son incapaces de meterla y acabar con esta telenovela, más larga que una de Andrea Del Boca.
Messi, al menos, convirtió el polémico penal del empate que salvó a los argentinos ante Paraguay. Pero no alcanza. Cuarenta y cinco millones de argentinos exigen que Argentina llegue a la final de esta Copa América, le ganen a los brasileños y den la vuelta olímpica en el Maracaná. Por lo visto hasta ahora, eso es utopía. Esta Argentina de Scaloni es un canto a la depresión y a la inutilidad. Desde que vino Pasarella a Lima, hace 35 abriles, jamás hemos visto una Argentina tan franciscana en talento, tan solemnemente pobre entre los pobres.
Yo vi a Carlitos Tevez en la Copa América de Lima 2004, bailando a los brasileños. Aún perdiendo aquella final por penales, Argentina era un equipazo. Y vi al maestro Juan “La Bruja” Verón, el mejor pasador de balones en un toque, en primera, del mundo. Si Perú tuviera un volante como la “Brujita” que tocara en una, sería Brasil. Y bueno, en el 85, lo vi a Maradona en el Nacional meterse una tijera de zurda en el aire, cuando la Argentina de Bilardo se alistaba para perder ante el Perú de Lucho Reina. Dicen que Pelé fue el Rey, quizá. Pero esa zurda de Diego era Dios. Esta Argentina de Scaloni escala para abajo, hasta el infierno. Va contra su linaje porque en la historia de las Copa América, el más grande campeón fue la Argentina de 1957, que triunfó en Lima, la de Sívori y Corbatta. Y da pena ver a esta Argentina en Brasil con la misma camiseta de Perfumo, Kempes, del “Pato” Fillol, Ardiles, Riquelme, Batistuta, del “Pelado” Díaz, de Burruchaga y de Diego. Porque esta Argentina 2019 me recuerda la letra del tango de la Rubia Mireya: “¿Te acordás, hermano, lo linda que era? / Se formaba rueda pa’ verla bailar. / Hoy que por la calle la veo tan vieja / doy vuelta a la cara y me pongo a llorar”.
Yo vi a Carlitos Tevez en la Copa América de Lima 2004, bailando a los brasileños. Aún perdiendo aquella final por penales, Argentina era un equipazo. Y vi al maestro Juan “La Bruja” Verón, el mejor pasador de balones en un toque, en primera, del mundo. Si Perú tuviera un volante como la “Brujita” que tocara en una, sería Brasil. Y bueno, en el 85, lo vi a Maradona en el Nacional meterse una tijera de zurda en el aire, cuando la Argentina de Bilardo se alistaba para perder ante el Perú de Lucho Reina. Dicen que Pelé fue el Rey, quizá. Pero esa zurda de Diego era Dios. Esta Argentina de Scaloni escala para abajo, hasta el infierno. Va contra su linaje porque en la historia de las Copa América, el más grande campeón fue la Argentina de 1957, que triunfó en Lima, la de Sívori y Corbatta. Y da pena ver a esta Argentina en Brasil con la misma camiseta de Perfumo, Kempes, del “Pato” Fillol, Ardiles, Riquelme, Batistuta, del “Pelado” Díaz, de Burruchaga y de Diego. Porque esta Argentina 2019 me recuerda la letra del tango de la Rubia Mireya: “¿Te acordás, hermano, lo linda que era? / Se formaba rueda pa’ verla bailar. / Hoy que por la calle la veo tan vieja / doy vuelta a la cara y me pongo a llorar”.