En 2015, el arquero Gallese surgió a la palestra en el Monumental de Buenos Aires, en un extraño partido donde los delanteros del River Plate lo bombardearon desde todos los ángulos. Su humilde equipo, Juan Aurich, igualó heroicamente 1-1 solo porque Pedro evitó siete goles ante esa máquina riverplatense de Marcelo Gallardo.
Hoy no existe Juan Aurich (ojalá que vuelva y, con ello, la alegría a Chiclayo). Sin embargo, su arquero Gallese tomó el arco peruano por mérito propio, viajó al Veracruz mexicano y retornó a Buenos Aires en 2017 ya como portero. Otra vez los argentinos (Messi, Benedetto, Mascherano, Biglia) lo fusilaron sin piedad, y Gallese sacó pelotas increíbles en un partido de infarto en la Bombonera que acabó 0-0. Buena parte de la clasificación a Rusia, sinceramente, se la debemos a Pedro por esa hipertensiva noche.
Pero la vida siempre da vueltas. Gallese regresó al Perú desde México, firmó por Alianza Lima y no reeditó su alto nivel. Muchos hinchas en Matute pensaron que mejor retornara a la portería íntima el veterano Leao Buitrón. Gareca lo llevó igual a esta Copa América y Brasil nos masacró 5-0. Todos los dedos acusadores apuntaron al arquero por su blooper ante Firmino que derrumbó al equipo. En realidad, fue su defensa (sin Zambrano) la que contribuyó a la goleada.
Gallese, esa tarde nefasta, le tapó un penal a Gabriel Jesus, pero no sirvió de nada. Igual fue censurado y maltratado, olvidándonos que todos nos equivocamos y que Pedro nos había dado más alegrías que pesares. Por eso, la resurrección de Gallese en Porto Alegre ante delanteros de jerarquía como los de Chile es un espejo de la “Maestra vida”, que canta Rubén Blades, porque la vida, finalmente, siempre te da y te quita, te quita y te da.
Hoy le da a manos llenas al buen Pedro y lo convierte en el San Martín de Porres del siglo XXI para este pueblo que enjuga sus lágrimas detrás de una pelota. Hasta que en el futuro nos olvidemos de Porto Alegre y otra vez volvamos a crucificar a Gallese cuando algún país hermano nos golee de nuevo (ojalá que no sea Brasil mañana). Porque así somos de desmemoriados los peruanos. Y así moriremos.
Hoy le da a manos llenas al buen Pedro y lo convierte en el San Martín de Porres del siglo XXI para este pueblo que enjuga sus lágrimas detrás de una pelota. Hasta que en el futuro nos olvidemos de Porto Alegre y otra vez volvamos a crucificar a Gallese cuando algún país hermano nos golee de nuevo (ojalá que no sea Brasil mañana). Porque así somos de desmemoriados los peruanos. Y así moriremos.