Qué tal.
La bancada de Keiko Fujimori tiene la gran oportunidad de lavarse la cara ante la población poniendo donde corresponde -incluido el desafuero- al impresentable congresista Moisés Mamani, quien esta vez hizo tocamientos indebidos a una tripulante de la aerolínea Latam, según la denuncia respectiva.
Nada de apelar al espíritu de cuerpo en la Comisión de Ética ni alegatos como el debido proceso. Este señor, que convive con el escándalo, ha atentado contra la libertad sexual -léase actos contra el pudor- de una mujer y si el Congreso de la República, que se supone representa al pueblo, no sienta un precedente de castigo drástico al respecto, entonces para qué diablos está.
El congresista Carlos Tubino, vocero naranja, dice que su bancada actuará “como las normas de conducta establecen”, pero eso suena gaseoso, débil, con un tufillo a blindaje.
En cambio, Indira Huilca, de Nuevo Perú, pintó mejor el panorama: “Violenta a una trabajadora y luego miente para encubrir su agresión sexista. Esto es flagrancia y debe ser intervenido como tal. Inmunidad no es impunidad”.
Tal cual. Así mismo. Eso mismo es.
Esto fue todo por hoy, guardo el lápiz, nos vemos dentro de 15 días si Dios lo permite.
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