Javier Cabello

Hace dos años y medio, al otro lado del mundo, se inició la guerra entre Rusia y Ucrania, y cada vez la contienda bélica se ha vuelto más crítica. Ambos países se atacan y hasta el momento no hay señales de paz.

Estuve en tierras rusas durante el Mundial de Fútbol 2018 y pasé sorprendentes momentos conociendo distintas ciudades en el país de los zares. En ese entonces el pueblo ruso disfrutaba del acontecimiento deportivo; sin embargo, en la actualidad todo es distinto. Igual sucede en Ucrania. La tensión se ha apoderado en la tierra de Vladímir Putin debido a los sorpresivos ataques sin precedentes de las fuerzas militares ucranianas, que han utilizado drones para bombardear zonas estratégicas rusas en la frontera. Incluso estos ataques han causado que por algunas horas se interrumpan las operaciones de los tres principales aeropuertos de Moscú (Sheremétyevo, Domodédovo y Vnúkovo) ante la amenaza de que la capital rusa sea atacada. Recuerdo que en uno de esos tres aeropuertos viví un momento tenso pero que después terminó en una anécdota.

Ese episodio se me quedó para siempre en la memoria y hasta hoy no puedo dejar de reírme cada vez que la cuento. Todo ocurrió en el aeropuerto internacional de Domodédovo donde por poco me detienen y termino preso luego de que mi equipaje pasara por rayos X del mencionado terminal aéreo. A los agentes rusos a cargo de la seguridad del aeropuerto se les agrandaron los ojos al sospechar que llevaba algo extraño en la mochila por lo que me pidieron inmediatamente abrirla. No entendía de qué me hablaban, pero se veían insistentes, señalándome con los dedos repetidas veces mi equipaje. No sabía el idioma ruso y confieso que solo lo que aprendí durante mi larga estadía en tierras moscovitas es decir gracias, que traducido significa “spasiba”. De pronto, noté que los policías comenzaron a rodearme, mientras poco a poco abría los cierres de la mochila. No entendía qué pasaba porque no llevaba nada ilegal. Incluso comencé a sudar. Tuve que sacar todas mis pertenencias para que puedan revisar detenidamente. Al final, descubrí que lo que les llamaba mucho la atención fue que llevaba un pequeño llavero. Un llavero metálico en forma del famoso rifle de asalto ruso denominado Kalashnikov AK-47. Al comprobar que era un simple souvenir y sobre todo de tamaño insignificante, los agentes rusos volvieron a la tranquilidad y con un gesto de aprobación con la mano seguí mi camino y pude subir al avión que me llevaría a Polonia.

Aún recuerdo las caras de terror de los policías rusos, quienes en un primer momento habrían pensado que era un terrorista que llevaba escondida en su mochila un arma militar para cometer un atentado en pleno vuelo. Todo fue una confusión y pude seguir con mi recorrido. Este curioso llavero lo compré en el tradicional mercado de Izmailovo, donde acuden los turistas que llegan a Moscú para adquirir sus recuerdos y regalos tradicionales rusos. Nos vemos.