No hay duda que Víctor Polay (a) “camarada Rolando”, aparte de terrorista y asesino, es un tremendo caradura que ha ido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a quejarse por las condiciones de su arresto y carcelería. Ese sujeto, en realidad, con todo lo que le a hecho al Perú, debería agradecer de estar vivo, pues en cualquier otro país se le habría aplicado la pena de muerte. Un criminal de tan alto vuelo, hizo el “mérito” suficiente para acabar en el paredón o por lo menos con cadena perpetua, como se le impuso inicialmente. Sin embargo, acá no solo lo tendremos que ver libre dentro de cuatro años, sino que hay que soportar su majadería de reclamar ante un ente absolutamente ideologizado que forma parte de un sistema de justicia supranacional absurdo y ya obsoleto, que incluso ha obligado al Estado peruano a indemnizar a miembros de bandas terroristas que se llevaron sus buenos fajos de dólares.