Hay que ser bien salvaje como para entrar a un mall repleto de gente que hace compras navideñas y acabar a balazo limpio con la vida de un sujeto, muy aparte de que sea o no delincuente, en medio del patio de comidas ante el pavor de cientos de personas. Esto ha sucedido en la noche del sábado en el más grande centro comercial de Trujillo, una ciudad que ha sido tomada por la delincuencia no desde ahora, sino desde hace por lo menos 15 años, sin que los sucesivos gobiernos hayan tenido la voluntad política de erradicar esta situación que ocurre ante los ojos de todos, pues lamentablemente se ha convertido en parte del paisaje. Hoy la bala corre y los muertos abundan, pero no pasa nada. La capital de La Libertad se desangra mientras el gobernador César Acuña anda preocupado en hacerse estatuas y el alcalde, Arturo Fernández, es un sujeto impresentable e incapaz que hace tiempo ha tenido que ser vacado. Todo mal, todo mal.