Las extorsiones y el sicariato viven en nefasta alianza en nuestro país, y si la Policía Nacional junto a jueces y fiscales no trabajan de forma eficiente y oportuna, Lima va a comenzar a vivir la infausta tragedia que ya padecen ciudades como Tumbes, Piura, Chiclayo, Trujillo y Chimbote, donde estos delitos son pan de cada día desde hace casi dos décadas. Mientras crece el “negocio” de las extorsiones, los delincuentes que las ejercen recurren a pistoleros para los respectivos “ajustes” contra aquellos que tienen la valentía de no pagar el dinero que se les exige. Incluso algunos criminales han llegado a usar a menores de edad para cometer los asesinatos. Extorsiones y sicariato tienen una relación de causa y efecto, y las autoridades lo saben muy bien. No hay pretexto para quedarse de brazos cruzados, pues cada día que pasa de inacción, más vidas se van perdiendo. Nuestros hermanos de la costa norte del Perú, especialmente de Trujillo, pueden dar fe de esta cruda realidad.