Amigos, mañana viernes 9 diciembre es el cumpleaños de nuestro santo peruano Martín de Porres y, en honor a esa fecha, haremos el Día de la Humildad. Mi madre me transmitió la devoción a San Martín, un santo que toca todos los corazones.

El historiador José Antonio del Busto, en su libro San Martín de Porres, cita varios testimonios de la época que concuerdan que el santo era un “hombre de rara humildad”. Afirmaban que Martín no era muy conversador, hablaba lo necesario y no le gustaba cuando lo adulaban. Según el investigador, su vinculación con la escoba se debió a que “cuando acababa de comer se iba a laborar y a limpiar el convento con rara humildad”. También fue humilde con los esclavos a los que consolaba y animaba mucho. Martín se preocupaba de atender a los pobres, por lo que muchas veces se le ha considerado el fundador de la profesión de asistente social de nuestros días. Solo consumía pan, agua, algunas yucas y hierbas, ayunaba y se abstenía de carne.

Humildad es respetar a tu prójimo, nunca compararte, dejar de juzgar. La verdadera humildad es pisar tierra firme. Estamos en un tiempo muy difícil para la humanidad porque debemos tener más paciencia y fortaleza interna, más capacidad creativa e imaginación.

Necesitamos seres humanos resilientes, valientes, con coraje, como Martín. Jamás perder la serenidad porque los cambios son muy fuertes. Ahora, más que nunca, hay que orar sin cesar y estar en constante gratitud, desde que nos despertamos en la mañana (porque es como una resurrección). Frente al sol decir: “Dios, Señor, quiero ser como el sol para irradiar tu luz”.

Dejemos de estar hablando de penas y malestares y contando a todo el mundo sobre enfermedades. Ayudemos al cuerpo a sanar, con pensamientos positivos, con profundo amor y perdón.

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