En la antigüedad se fermentaban alimentos y bebidas para conservarlos por mucho más tiempo. Actualmente, desde la nutrición, recomendamos los fermentados porque favorecen al buen funcionamiento del cuerpo.

Podemos diferenciar 2 tipos de fermentados: aquellos donde los organismos se mantienen vivos (probióticos), como en el caso del yogur y el kéfir, o los que se obtienen del producto fermentado, pero el organismo muere en el proceso, como en el caso del vino, el pan de masa madre o la cerveza.

Los primeros son los más recomendados. Estos organismos vivos, mayormente bacterias, habitan todo el tracto gastrointestinal, sobretodo en el colon, y son capaces de evitar que gérmenes que causan enfermedades nos infecten, también forman vitamina K, B12 y energía para las células del intestino. Consumir alimentos y bebidas probióticas son parte de una dieta saludable y deberíamos consumirlos, al menos, 3 a 4 veces por semana.

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