Magaly Moro
Brunella (34 años, Los Olivos). Señora Moro, no quiero sonar como una celosa enfermiza. Sin embargo, mi prometido Enrique me ha dado razones para estarlo y espero que usted pueda ayudarme a aclarar mi mente. Deseo poder solucionar este problema que me está haciendo dudar de mi relación.
Hace una semana le pedí a Marisol, mi manicurista, que viniera a mi departamento para que me cambie las uñas acrílicas que me colocó hace un mes, ya que no podía ir a su estudio porque estaba llena de actividades. Ella es muy profesional, así que llegó a mi casa de inmediato con sus herramientas de trabajo.
Como siempre, entendió muy bien el diseño que quería y se puso manos a la obra. Cabe resaltar que ella es una mujer voluptuosa. En el fondo, siempre he envidiado eso de Mari, yo soy bien ‘menudita’ como me dice mi papá. Por ello, cuando mi pareja la vio en nuestra sala, no pude evitar sentirme opacada y algo incómoda. Obviamente, sé que Mari no tiene ninguna culpa porque es su cuerpo y está perfecto. No obstante, Enrique solo se dedicó a admirarla de lejos y, por momentos, soltaba piropos de manera disimulada.
Al acabar el servicio, Marisol agarró sus cosas y se despidió. Mi novio le propuso acompañarla al paradero. Ella, muy respetuosa, lo rechazó y se fue. Cuando cerró la puerta, le reclamé a Enrique y me dijo que solo era amable y cambió de conversación, pero, no, doctora, él le estaba coqueteando en mi cara. ¿Qué hago? Ayuda.
Ojo al consejo
Querida Brunella, está bien que le hayas reclamado. Lamentablemente, él no te ha dado una explicación clara y creo que debes insistir con el tema. Es una falta de respeto lo que hizo, no solo para ti, sino también para esa joven que solo fue a trabajar. No dejes pasar las cosas por alto. Si lo haces, este escenario se volverá a repetir y la relación será insostenible. Suerte.

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