ESTHER (25, Zapallal). Usted dirá, doctora, que estamos viviendo tiempos modernos y que las chicas ahora estamos a la par de los hombres, pero la verdad a mí se me hace bien difícil decirle a Manfred que me gusta mucho y que deseo ser su enamorada, lo que me sume en la depresión y la desesperación a la vez.
Lo peor, doctora, es que Manfred pareciera que no se fijara mucho en mí, me habla muy poco y prefiere sumergirse en sus actividades, desairándome.
Lo bueno es que no tiene enamorada, está solo desde hace ya un par de años y me enteré por amigos en común que sufrió mucho al romper un idilio que sostenía con una chica llamada Viviana.
A lo mejor, doctora, Manfred está decepcionado del amor y por ello no ha hecho caso a mis requerimientos y pese a que le hago ojitos, le sonrío, intento hablarle y hasta lo rozo continuamente, prefiere ignorarme.
Y allí viene mi terrible duda, doctora, de decirle cuánto me gusta. La verdad que se me junta el cielo con la tierra y le rehuyo a la posibilidad.
Usted dirá que ahora las chicas estamos un paso adelante y si algún chico nos gusta, pues a decírselo antes que otra muchacha nos gane, pero creo que estoy chapada a la antigua, y prefiero esperar que sea él quien me lo diga o me invite a pasear y esas cosas.
No sé qué hacer, doctora. Sufro día y noche pensando en Manfred. Me encanta demasiado pero mayor es el temor que tengo en decírselo y me diga no, lo que sería peor para mí. El fin del mundo, en verdad.
Por eso, acudo a usted para que me brinde alguno de sus sabios consejos.
CONSEJO: Como bien dices, debes dar el paso de una vez por todas y si te dice no, pues a no desalentarse, amiga, que ya habrán nuevas oportunidades de amor.
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Me muero por decirle que lo amo



