Cuentan sus vecinos que la última vez que lo vieron con vida lucía alegre y entregando pasión a su trabajo. Mientras sonreía en la noche del último martes, el estilista Edwin García Huicho, de 33 años, atendía a sus dos últimos clientes, a eso de las 10:30 p.m., en su peluquería “Heidy”, ubicada en la urbanización Sol de Vitarte 128, en Ate. Nada hacía presagiar que el mismo lugar donde con una tijera y un peine conquistó y se hizo querer en todo un barrio, sería el escenario de su trágica muerte.
El fallecimiento de “Heidy”, como se hacía llamar entre sus amigos, conmovió al vecindario, en Ate, que pide ahora, junto con su familia, que “la justicia caiga sobre los culpables de tamaña crueldad”.
Fatal hallazgo. Como todos los días, Isabel, la ayudante de “Heidy” llegó ayer, a eso de las 10 a.m., para abrir la peluquería con una copia de la llave que le había dado su jefa García Huicho. Grande fue su sorpresa cuando observó que las puertas y las rejas metálicas del salón de belleza estaban entreabiertas y las luces prendidas.
Entonces, sospechó que el local había sido asaltado. Inmediatamente, se comunicó con “Heidy” por celular; sin embargo, esta nunca contestó la llamada. “Heidy” alquilaba ese local desde hace cinco años a Francisco Escribas y jamás se había reportado algún acto delictivo ahí.
Isabel pidió ayuda a otros vecinos para ingresar a la peluquería que creía había sido robada. No obstante, al ingresar, ella y sus acompañantes no podían creer la escena que tenían frente a sus ojos: el cuerpo de Edwin García Huicho estaba tendido en el suelo boca abajo. Sus brazos y piernas se encontraban maniatadas, en medio de un charco de sangre. La Divincri de Ate confirmó a OJO que el joven falleció luego de ser acuchillado dos veces en el tórax.
Tras las investigaciones, la Policía sospecha que el crimen fue perpetrado en la noche del martes.
“Intentó defenderse como pudo. Los moretones en su cuerpo son una muestra de que luchó y forcejeó con su agresor o agresores para salvar su vida”, contó a OJO una fuente policial de la Divincri de Ate.
La única cámara de seguridad en el lugar del homicidio, cerca del Banco BCP, no funciona. Esto causó la molestia de los efectivos policiales que aseguraron que perdieron un valioso instrumento para identificar a los responsables del crimen.
Sospechas. Son tres las hipótesis que maneja la Policía en torno al crimen del estilista. La primera asegura que se trataría de una venganza; la segunda, por índole pasional; y la tercera, por un robo. Sin embargo, esta última sospecha fue descartada por los familiares de la víctima, debido a que “Heidy” solo sufrió el robo de su celular y de las ganancias del día (S/150) que depositaba en un pequeño pote de crema vacío. Sin embargo, el televisor plasma y otros productos cosméticos, valorizados en miles de soles, permanecían intactos, sin ningún rasguño, en el salón de belleza.
“No sabemos si alguien lo odiaba o le tenía envidia. Pero era bien difícil, porque siempre fue amable y peinaba a todos los niños y adultos del barrio”, contó Elizabeth González, quien reveló haber sido una fiel cliente del estilista fallecido.
Triste escena. “¡Malditos!, que se pudran en la cárcel los que mataron a mi hermano. Hacer esa crueldad no tienen perdón de Dios”, dijo Antonio, el hermano de Edwin, quien entre llantos se negaba a aceptar la muerte de su familiar, con quien era muy cercano y se ayudaban mutuamente. Antonio tuvo que ser atendido por otros familiares, pues en varios momentos estuvo a punto de desmayarse. Hasta el lugar también llegaron los amigos y trabajadores del estilista, quienes contaron que este actualmente estaba soltero y no tenía ningún problema de índole sentimental que podría ocasionar su muerte.
Entre sollozos y clamores de justicia, por orden del fiscal de turno, el cuerpo de la víctima fue trasladado a la Morgue de Lima, a las 3 de la tarde, en un patrullero de la comisaría de Ate. Edwin, natural de Ayacucho, alquilaba un departamento en Ceres, cerca de su local de trabajo, donde vivía solo. Quienes lo conocieron aseguran que vivía para su trabajo, pues entraba a laborar pasado el mediodía y se retiraba a las 11 p.m.
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