Sus familiares las buscaban intensamente desde hace meses. Así, dos peruanas y una joven española fueron rescatadas de las garras de un falso líder religioso, con quien vivían en condiciones precarias en el distrito de San Martín de Pangoa, en la selva de Junín.

Félix Steven Manrique Gómez (35), quien se hacía llamar “El Príncipe Gurdjieff”, líder de la secta Gnosis, se hizo pasar como un enviado de Dios para obligarlas a trabajar y tener relaciones sexuales con él. Cinco menores de edad, hijos de las mujeres y de Manrique, fueron hallados en estado de desnutrición.

RESCATE.

La tarde el miércoles, personal de la Dirección contra la Trata de Personas de la PNP logró ubicar cerca de Pangoa a Juana Vega Passaro (40), con quien tiene una relación desde hace diez años y una hija, y a Maryori Brigette García Valverde (27), su esposa, con ocho meses de embarazo y madre de sus tres niños, en una supuesta sesión de meditación junto al “Príncipe”.

Solo a veinte minutos de dicho punto, en una habitación alquilada, estaba la española Patricia Aguilar Poveda (19), quien dio a luz a una bebé el mes pasado fruto de su relación con Manrique. Ella estaba con los demás niños. En ambos lugares se encontraron collares, figuras y fotos de las mujeres, objetos que eran utilizados en los rituales.

El gurú les habría dicho que ellas eran las “elegidas” para “repoblar el mundo tras el Apocalipsis”. Este jueves, en la mañana, las víctimas y el captor llegaron a Lima y fueron trasladados a la Dirincri. Los familiares de las mujeres, indignados, rompieron el cordón policial y golpearon a Manrique.

MUJERES.

Según Alberto Aguilar, padre de Patricia, su hija fue víctima de un “rapto psicológico”, pues conoció a Manrique por Facebook cuando apenas tenía 16 años. La adolescente, a raíz de la muerte de un tío cercano, tomó interés en la interpretación de sueños y así cayó en manos del peruano.

Desde ese entonces, la joven habría esperado cumplir la mayoría de edad para dejar su país y venir a Lima. En tanto, la familia de Paola Vega contó que, hace diez años, ella empezó a asistir a las reuniones de una organización religiosa, a la que en ese entonces también pertenecía “El Príncipe”. “Él la maltrataba físicamente, la obligaba a darle el dinero que ganaba trabajando como mensajera”, comentó la hermana de Paola. 

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