En noviembre último surgieron preocupantes noticias sobre un aumento de casos de neumonía severa en niños residentes de diversas ciudades chinas. En un mundo todavía sensible por la situación ocasionada por la COVID-19, que sobrepasó cualquier límite, estas noticias generaron especial preocupación, tanto por la falta de transparencia de la información como ocurrió al inicio de la pandemia, como de lo que podría representar la generación de nueva enfermedad pandémica.
El médico neumólogo José Luis Cabrera indicó que este brote neumónico apunta a ser causado por un agente de transmisión respiratoria llamado Mycoplasma pneumoniae, una bacteria que suele producir infecciones leves de la vía respiratoria alta, pero que en cierta población puede ser la responsable de neumonías severas.
Sus causas son múltiples. Las condiciones de baja temperatura en esta época del año, que favorecen la diseminación de los agentes respiratorios (por la menor frecuencia de lavado de manos, menor ventilación, mayor conglomeración de personas en lugares cerrados, entre otros), el tardío levantamiento de las restricciones en dicho país por COVID-19 (cese del distanciamiento físico, del uso de mascarillas, etc.), parecen explicarlo mejor. Además, existe un fenómeno inmunológico que, en países como el nuestro, entre marzo y junio del presente año produjo un aumento de la frecuencia de infecciones respiratorias por otros virus como influenza, sincitial respiratorio (VSR), adenovirus, rinovirus, entre otros, que aún deben centrar nuestra atención ante las proximidad de las fiestas de fin de año.
El periodo post-pandémico, que abarca desde mayo del 2023, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la emergencia sanitaria de la pandemia, se caracterizó por un aumento anticipado de patógenos respiratorios, principalmente de origen viral, asociado al cese de uso de mascarillas, a la reanudación de interacción humana de manera presencial en escuelas, centros de labores y actividades sociales sin ninguna restricción, y a un fenómeno denominado “brecha” o “deuda” inmunológica.
La “brecha” inmunológica se define como la escasez o disminución de la inmunidad protectora frente a los virus preexistentes o habituales, producto de las medidas dirigidas a disminuir la transmisión del SARS-CoV-2, que secundariamente evitaron que la población, en particular la pediátrica, tampoco estén expuestos a dichos patógenos virales, afectando su respuesta inmunológica de defensa y produciendo una mayor frecuencia de infecciones respiratorias. Si a esto le sumamos el efecto de los cambios ambientales o climáticos asociados al Fenómeno del Niño, tenemos una suma de factores que requieren el refuerzo de las medidas preventivas.
Sirva este información para tener en cuenta que el SARS-CoV-2 así como otros virus respiratorios (influenza, VSR, adenovirus, etc.) y bacterias como el Mycoplasma y el neumococo siguen entre nosotros, como recordatorio de que no debemos bajar la guardia, y que debemos mantener vigentes las medidas preventivas como mantener sus vacunas actualizadas con los refuerzos requeridos, en especial para la población vulnerable.
Además, fomentar la ventilación natural, la frecuente desinfección de manos con alcohol gel o lavado de manos con agua y jabón, el uso de mascarillas en lugares públicos para la población vulnerable, y evitar contacto con personas enfermas, sobre todo en estas fechas festivas donde estaremos reunidos con nuestras amistades y seres queridos, y se generará un potencial incremento de infecciones por diferentes agentes respiratorios, incluyendo la COVID-19, que no deja de ser preocupante para la población vulnerable.