Esta es una historia muy singular. Se trata de Gabriel Everardo Zul Mejía, un mexicano de 35 años que el pasado 27 de julio fue ordenado como sacerdote. No tendría nada de peculiar esta historia si Gabriel no hubiera estado en la cárcel, por haber pertenecido a una banda criminal, además de haber sido pandillero.
Él fue ordenado sacerdote por el arzobispo Rogelio Cabrera López en la cárcel de Apodaca, penal que se caracteriza por las lamentables condiciones de vida de los detenidos.
Gabriel se autodefine como un "convertido". La conflictiva relación con sus padres lo llevó por el mal camino y decidió involucrarse con una red del crimen organizado. Ya había cambiado, era un pandillero y no cualquiera sino uno muy avezado. Paso varios años de su vida sumergido en las bandas, pero todo cambio cuando lo arrestaron y fue trasladado a la cárcel de Topo Chico-México.
Gabriel, hoy sacerdote, afirma que: "Fue justamente ahí que comencé mi diálogo con Dios. Inicié a rezarle. ¡No te conozco, pero sé que no me dejarás acá dentro!", era su conversación día a día para calmar su angustia dentro de la cárcel.
Gabriel dice que conoció la misericordia de Dios por dos experiencias: la detención y su relación con otros presidiarios. "Aquello que me parecía tiempo perdido me sirvió, en cambio, a encontrarme conmigo mismo, dar valor a aquello que Dios me permitió tener en la casa de mis padres, y reconocer que en medio de una celda, encontré la libertad".
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