Aurora Caruajulca
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“Si no luchamos juntos, nos matan por separado”. Esta frase resonó ayer en las pancartas y en los gritos de los manifestantes que salieron ayer a las calles de Lima a protestar contra la ola de extorsiones.
Lo que empezó como un segundo paro de transportistas, convocado para exigir soluciones frente a la ola de extorsiones, se transformó en una jornada masiva de protesta que paralizó la ciudad.
Comerciantes, estudiantes, trabajadores de distintos rubros y ciudadanos de a pie, se sumaron al reclamo de los transportistas. Varios cerraron sus negocios o no fueron a trabajar para salir a marchar.
Las calles vacías de buses de transporte público, pasajeros varados, mercados cerrados y las principales galerías comerciales desoladas reflejaron el miedo que ha atrapado a los peruanos, quienes alzaron ayer su voz ante la ola de extorsiones.
PUNTOS. Desde temprano, las calles de Lima lucieron desiertas. En distritos como San Juan de Lurigancho y Puente Piedra, los paraderos estuvieron llenos de pasajeros que esperaban, sin suerte, algún bus que los llevara a su destino.
La ausencia de transporte público fue total en varias zonas, y aquellos que decidieron salir a trabajar se vieron obligados a tomar taxis o colectivos informales, pagando tarifas exorbitantes.
Algunos puntos más afectados por la falta de buses fueron Paradero flecha y Túpac Amaru, kilómetro 22 (Lima norte), Puente Atocongo y Óvalo de Santa Anita, Caja de Agua (Lima este) , Puente Nuevo (Lima centro) Avenidas Universitaria y Venezuela (Callao).
Los comerciantes tampoco abrieron sus puertas. Mesa Redonda, Gamarra, el Mercado Central, Malvinas y otros puntos comerciales clave de Lima permanecieron cerrados en apoyo a la protesta.
“No es solo por los transportistas, es por todos nosotros”, comentó un comerciante gamarrino. En este emporio textil, miles de empresarios han sido víctimas de extorsiones y amenazas.
El descontento era evidente. “No podemos seguir así”, exclamaba una vendedora de verduras del Mercado Huamantaga, en Puente Piedra, mientras golpeaba una cacerola en señal de protesta. “Nos matan por diez soles”, decía indignada, refiriéndose a las extorsiones que azotan su mercado.
En San Juan de Lurigancho, al igual que el primer paro del 26 de septiembre, la situación era crítica. Buses de la Policía y algunos vehículos particulares intentaron ayudar a los pasajeros que no lograban encontrar transporte.
El premier Gustavo Adrianzén minimizó la jornada desde primeras horas, asegurando que la situación se normalizaría en poco tiempo. No obstante, las imágenes mostraban lo contrario. Incluso, los buses de la empresa Nueva Estrella, que según el Ejecutivo operarían con normalidad, no se vieron en las principales avenidas.
INCIDENTES. Los manifestantes en diferentes puntos de la ciudad rompieron lunas de locales comerciales y vehículos, mientras que en varias avenidas se quemaron llantas, bloqueando el paso de los pocos transportistas que intentaban circular.
Por ejemplo, en Jicamarca, los mototaxistas y choferes bloquearon la vía principal quemando llantas.
MARCHA. Los manifestantes marcharon hacia el Congreso. “Hoy somos todos los que salimos, no solo los transportistas”, decía una joven que caminaba junto a un grupo de universitarios en la avenida Abancay.
A medida que la marcha se acercaba al Congreso, la tensión aumentaba. El despliegue policial era imponente. La protesta se mantuvo pacífica hasta que, en las inmediaciones del Parlamento, la policía lanzó gases lacrimógenos, desde las 4 p.m., para dispersar a los manifestantes.
En un discurso en horas de la tarde, mientras se producían estos enfrentamientos, la presidenta Dina Boluarte aseguró que su gobierno está firme en la lucha contra las bandas que apelan al terror. No obstante, para los manifestantes, esas palabras no eran suficientes. “Nos matan todos los días”, se escuchaba en medio de la protesta.
Más tarde, en conferencia de prensa, el premier Adrianzén volvió a desestimar el paro, señalando que muchas de las demandas eran políticas y que incluso algunos manifestantes pedían la liberación de Pedro Castillo.
A pesar de estas declaraciones, la realidad en las calles contaba otra historia. “Somos un país en crisis, donde el miedo y la extorsión son parte del día a día de los peruanos”, declaró Lucelia, una vendedora de flores del Rímac, cuyo familiar fue herido víctima de cobradores de cupos.
Ya en la tarde, los representantes de los gremios de transportistas llegaron al Congreso. Allí, exigieron acciones inmediatas a los parlamentarios contra la criminalidad,así como la derogación de la Ley contra el terrorimos urbano y la Ley 32108, que, según ellos, facilita la impunidad de los delincuentes.
“Haremos huelga de hambre hasta que resuelvan este problema”, dijo Miguel Ángel Palomino Pedraza, presidente de la Asociación Nacional de Conductores, ante el Congreso.
El día terminó con 13 detenidos y disturbios, según la Policía Nacional. Hasta el cierre de esta nota, el gremio de transportistas ratificó que el paro que empezó ayer se extenderá hasta por 72 horas, es decir, hasta mañana sábado.
La marcha se desplazó desde distintos puntos de la ciudad y llegó a las 2 p.m. al Centro de Lima.
En algunos puntos de protesta hubo incidentes entre protestantes y policías.
Varios negocios cerraron, algunos para apoyar la marcha, otros por temor a desmanes.
En Lima norte otro grupo de manifestantes marchó hacia el Poder Judicial de esa parte de la ciudad haciendo un banderazo.
12
mil
policías participaron en la seguridad durante el segundo paro de transportistas.
72
horas
de paralización convocaron los gremios para este segundo paro.
Movilización terminó con 13 detenidos
Comercios cierran puertas por paro”desde que asumió la presidenta Dina (Boluarte), las leyes que ustedes han acatado, han sido leyes para blindarse” - Miguel Palomino