Javier Cabello

La semana pasada una penosa noticia me hizo retroceder en el tiempo debido a que 16 turistas perdieron la vida durante su visita a Lisboa, capital de Portugal. Habían subido al famoso funicular amarillo llamado de Gloria, para trasladarse a las zonas altas de la mencionada ciudad. Lamentablemente el cable que sostenía a la máquina se rompió y terminó estrellándose a gran velocidad contra un edificio.

Esta tragedia me puso la piel de gallina debido a que en varias oportunidades he utilizado este tipo de transporte en diferentes países a donde he llegado. Se han convertido en atracciones turísticas debido a su antigüedad de funcionamiento y que se encuentran, supuestamente, supervisadas por la seguridad de los usuarios.

El que llega a Lisboa no puede resistirse a utilizar este medio de transporte y ver desde lo alto el fantástico paisaje de la ciudad portuguesa.

Recuerdo cuando estuve en la ciudad chilena de Valparaíso y me recomendaron que no podía irme sin subirme a sus ascensores, nombre que reciben los funiculares. Al bajar del bus procedente de Santiago, capital de Chile, salí del terminal con mi mochila en la espalda y me dirigí al denominado ascensor El Peral, considerado Patrimonio Histórico de la ciudad.

Fue en 1902 cuando comenzó a funcionar y es uno de los más antiguos en Valparaíso porque en la actualidad son seis funiculares en total que están operativos. El ascensor El Peral se encuentra ubicado al costado de la Plaza Sotomayor y te lleva hasta el Cerro Alegre. El pasaje de subida para el ascensor es de 100 pesos chilenos (50 céntimos) y la bajada el mismo precio.

El viaje a la cima dura apenas unos minutos, y el vehículo en el que voy parece una diminuta cajita de fósforos suspendida en el aire. Durante ese trayecto jamás pensé que pudiera ocurrir un accidente en este tipo de vehículos, que siempre me resultaron inofensivos, como lamentablemente sucedió el pasado miércoles en Portugal.

El país del reconocido futbolista Cristiano Ronaldo decretó un día de luto nacional por el fatal descarrilamiento del funicular de Gloria. Los accidentes pueden ocurrir en cualquier momento y resultan imprevisibles. Un viaje de placer puede convertirse en una pesadilla, hasta incluso te puede costar la vida.

En la tragedia de Lisboa entre los fallecidos figuran tres británicos, dos canadienses, dos surcoreanos, un francés y un ucraniano. Asimismo, una veintena de personas sobrevivieron y resultaron heridos.

Espero que todos los países que aún mantienen en vigencia este tipo de vehículos se preocupen por su mantenimiento para evitar episodios tan lamentables. Ahora, confieso que pensaré dos veces antes de volver a subir a un funicular, porque la confianza que solía tener en ellos ya no es la misma. Nos vemos.