Durante muchos años se creyó que la grasa de la leche era dañina para el corazón, aunque la ciencia avanza, se corrige y descubre nueva información.
En tiempos recientes, estudios publicados en revistas como American Journal of Clinical Nutrition y Circulation han mostrado que los lácteos enteros, entre ellos queso, yogurt y crema de leche, no aumentan el riesgo cardiovascular cuando se consumen con moderación. Incluso se ha observado que ciertos ácidos grasos propios de la leche pueden mejorar el perfil de grasa y disminuir la inflamación.
Este cambio se debe a que hoy entendemos que los alimentos no deben juzgarse únicamente por un nutriente, ya que la leche y sus derivados contienen vitamina A, D y K2, además de proteínas y compuestos bioactivos que actúan en conjunto y modifican su efecto en el organismo.
La recomendación actual es incluir de una a dos porciones al día, alternando entre yogurt, queso fresco, leche o pequeñas cantidades de crema, para disfrutar de sus beneficios dentro de una alimentación equilibrada.
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